domingo, 21 de agosto de 2016

Juntos

Julio Cortázar y Carol Dunlop

Ha sido mi acompañante durante gran parte de este verano. Un libro en el medio de otros libros. Textos refrescantes y alborotados que se iban mezclando con otras lecturas. ‘Los autonautas de la cosmopista’ se convirtió en un aliviadero entre diferentes relatos más o menos agradecidos, pero el universo Cortázar siempre estaba ahí. En ese texto, el último publicado por el autor, en el que se narra el viaje por una autopista entre París y Marsella acompañado de su última esposa, la fotógrafa Carol Dunlop, uno se liberaba, al igual que hacen sus protagonistas, de las lecturas más incómodas, mientras ellos lo hacían de la cotidianeidad, más aún cuando presagiaban que todo estaba llegando a su fin. «Llevar a cabo este viaje era probarnos que teníamos armas contra lo tenebroso», dice Cortázar.
El 23 de mayo de 1982 arrancaba ese trayecto experimental. En noviembre de ese mismo año Carol murió mientras Cortázar lo haría en febrero de 1984, atendido, como lo estuvo casi siempre que se dejó, por la inmensa Aurora Bernárdez, la que fue su primera esposa y siempre, la que lo amó en todo momento y la que veló por su legado (cediendo a Galicia parte de su colección fotográfica).
Esta locura quijotesca adentró en una autopista a ambos a bordo de una Volkswagen roja, humanizada con el nombre de Fafner, un ‘dragón wagneriano’ desde el que enfrentarse a todo lo que sucedía en ese deambular del que no se podía salir hasta su remate y en el que se debía parar en dos áreas de descanso cada día, según el férreo reglamento establecido antes de la partida. El cuaderno de bitácora se convertirá en este libro, mezcla de lo alegre y lo conmovedor que se encierra en toda su obra. Como todo caminar es símbolo de vida, de encuentros y desencuentros, de monstruos que nos amenazan, de cronopios que aparecen, de miedos y alegrías, de amores incontrolados, de complicidades, de caricias, de sombras bajo las que instalar una oficina en la que ponerse a escribir, de fotografías incapaces de contener toda la vida que se desborda de ellas, en definitiva, un libro sorprendente para alguien que se acercaba a los setenta años y con el que no hacía más que requebrar la realidad en una partida condenada a perderse de antemano. Distorsionar ese universo de lo real a partir de un texto que no le pierde la mirada a lo que sucede en el mundo (Guerra de las Malvinas) pero que decide construir el suyo propio entre camiones, divagaciones «científicas», cartas misteriosas, habitaciones de moteles y sobre todo, paradas siempre imprevisibles junto al trazado de esa autopista.
Un texto repleto de fotografías, de dibujos (realizados por el propio hijo de Carol Dunlop) inciden en ese permanente hálito de vida que se esconde tras cada una de las páginas y en las que uno se sumerge con cierta precaución ante su desparpajo, pero que, llegado al final, se hace breve por todo ese caudal de imaginación que se encierra en esta gran rayuela de saltos a un lado y a otro, en el que Cortázar veía mucho más de lo que vería cualquier mortal, más aún cualquier usuario de una autopista ideada para hacer de un viaje algo fugaz, un medio, más que un fin en si mismo. Cortázar y Dunlop hacen, por lo tanto, de este viaje un fin en sí mismo. Una experiencia única que convirtió a este Lobo y a esta Osita en dos animales libres, en dos seres que respiraron la fragancia que surge de la «interminable fiesta de la vida». Es por ello que este libro más que encerrar a dos personas heridas, encierra todo un espíritu libertario, una genial apuesta por la existencia de la que línea tras línea se extrae alguna enseñanza. Pocos libros más precisos para un verano, para indagar también en nosotros mismos sobre en qué convertimos nuestras vacaciones, tantas veces exageradas en sus pretensiones, cuando simplemente se necesita tiempo para uno mismo, para compartir, para vivir y para ello muchas veces tenemos el paraíso bien cerca de nuestros hogares.
La muerte de Carol Dunlop convirtió al libro, publicado sólo unos meses después, en toda una carta de amor, un amor que circulaba en un dragón rojo dejando el rastro de una relación entre dos seres humanos que se necesitaban mutuamente, tal y como nosotros necesitamos libros como éste, libros de Julio Cortázar, libros que te harán vivir y sentir.




Encerrado en un libro VIII. Publicado en Diario de Pontevedra 20/08/2016

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