sábado, 9 de xaneiro de 2016

Lejano Oeste

Todo un caudal de pintura, literatura, ilustración, fotografía y más tarde el cine y la televisión llevaban la frontera hasta la costa este y desde allí desbordaba el Atlántico hasta la vieja Europa
[‘El sueño de la frontera’. Alfredo Lara en el catálogo de la muestra]




‘La ilusión del lejano Oeste’ es el título de la exposición que el Museo Thyssen exhibe en Madrid hasta el próximo 7 de febrero. Una ilusión que se plantea desde la recuperación de un escenario que muchos artistas y creadores afrontaron como la prometedora creación de un nuevo territorio que abría numerosas vías de futuro y esperanza para sus pobladores, pero cuya ilusión también ha ido derivando, a lo largo de diferentes generaciones y geografías, en la configuración de ese legendario Oeste americano como un lugar mítico en el que refugiarse y que a uno siempre le depara buenas sensaciones.
Esa ilusión es la que ha llevado a su comisario, el artista Miguel Ángel Blanco, a proponer una muestra llena de atractivos que parten de lo que pueden ser los primeros contactos del hombre blanco con aquellos territorios, a través de mapas, dibujos o elementos de una época con fuerte protagonismo español, para pasar a la gran pintura norteamericana de finales del siglo XIX, en la que esos paisajes inconmensurables se mostraban como románticos escenarios con la naturaleza y sus pobladores, diferentes tribus indias, como atractivos. Esos indios y su cultura, atropellada y asaltada por la prepotencia blanca, son también fotografiados en una espectacular secuencia de imágenes que nos muestra sus rostros, sus maneras de vestir, sus objetos... en definitiva, todo un universo que ha llegado a nosotros a través de ese poderoso elemento de difusión que ha sido desde sus orígenes el cine, que también cuenta con una amplia representación en esta exposición, junto con toda una serie de elementos que han formado parte de nuestras vidas, como los indios y vaqueros de plástico, que hicieron de nuestra infancia un tiempo repleto de buenos recuerdos, sin necesidad de la invasión tecnológica que hoy convierte a nuestros hijos en pequeñas máquinas que ignoran el poder de la imaginación. La muestra se cierra con una selección de 13 libros-caja que forman parte del proceso artístico del comisario, Miguel Ángel Blanco, recipientes que encierran paisajes, experiencias y visiones que muestran su interés por las culturas del Oeste y su fundamental anclaje con el medio natural en el que se desarrollaron.
No es fácil recorrer la exposición sin vincular mucho de lo allí expuesto con lo que hemos conocido sobre esta realidad física, social y cultural, así como todo lo que ella ha generado en paralelo a nuestra vida. Como esos revólveres, tan parecidos a los que  teníamos de niños con sus cargas de petardos o los indios y vaqueros de plástico que protagonizaron tantas horas de diversión simulando escenas de aquellas películas, referenciadas aquí con posters y fotogramas, que se emitían en Televisión Española en la inolvidable ‘Sesión de Tarde’, en la que, bajo la apariencia de un cine intrascendente, te encontrabas auténticas obras maestras del género como películas de John Ford, Howard Hawks o Raoul Walsh. Todo ese imaginario se ha ido interiorizando por una o varias generaciones que siempre han mantenido esa fascinación por lo que tenía relación con el western, y en esta exposición hay mucho también del «print the legend» fordiano, el que la historia pase a un segundo plano ante lo que se ha convertido en algo legendario, no solo desde el punto de vista histórico, sino también íntimo de muchos de nosotros.
Con los juguetes de los Reyes Magos casi sin estrenar es imposible no pensar en aquel Fuerte del Oeste al que nos asomábamos en el escaparate del Gran Garaje y que Sus Majestades tuvieron a bien dejarme en una Navidad ya, como casi todo, demasiado lejana. Con su empalizada de madera, su torre de vigilancia, su patio en el que amarrar a los caballos, en definitiva, un recuerdo imborrable, como el de aquellos sobres de indios y vaqueros que se compraban en Novás para protagonizar las aventuras más audaces, o ese disfraz de vaquero, siempre el preferido en los carnavales. Todo ello son derivadas de lo que supuso aquella conquista de un territorio y cómo se iba a depositar como un ingrediente de afectividad en nuestras vidas, ahora, recorrer esta exposición en el Thyssen, nos sitúa ante gran parte de lo que significó aquel tiempo y aquellos hechos, pero también nos coloca ante lo que somos muchos: memoria y recuerdos con dos revólveres enfundados en la cintura.


Publicado en Diario de Pontevedra 9/01/2016.
Fotografía: David Freire

Ningún comentario:

Publicar un comentario