luns, 7 de abril de 2014

Suspendido en el aire



No deja Enrique Vila-Matas de buscar nuevos territorios literarios, de jugar con las diferentes posibilidades que la escritura, y porque no la vida, ofrecen para posibilitarnos la consecución de algo bello y que ese algo provoque nuestro disfrute. Cada uno de los libros de este autor es una nueva conquista que, una vez se van sumando, permite concluir que su proyecto narrativo es uno de los más interesantes y sugerentes de las letras españolas. Y es que tras la lectura de ‘Kassel no invita a la lógica’, uno no deja de reflexionar sobre esa lucha permanente del escritor-sobre todo del que verdaderamente se entienda como tal- por conformar un itinerario que, como en este caso, se asoma de manera decidida por la vida. Digo esto porque una situación que le presenta la vida a Enrique Vila-Matas se convierte aquí en germen narrativo, en experiencia vital y finalmente en una obra literaria en la que todo se encuentra suspendido en un momento. Tanto el arte como la vida se citan aquí, en estas páginas y en un punto concreto, como sucede en diferentes instantes del libro, para que el autor juegue como un malabarista con ellos, primero desde cierta incredulidad o escepticismo, pero finalmente reconociendo sus bondades y quizás la última posibilidad para la regeneración del ser humano. Hasta ahí de importante y necesario es el arte.
‘Kassel no invita a la lógica’ parte de la propuesta que se le hace al escritor Enrique Vila-Matas para participar en la más importante cita del arte contemporáneo, la Documenta de Kassel. Su intervención es de lo más curioso ya que se trata de ser él mismo una especie de obra de arte, una ‘perfomance’ o un ‘happening’, siendo trasladado hasta un restaurante chino en el cual debe permanecer sentado un número diario de horas mientras escribe para que los visitantes o espectadores interactúen con él según sus pareceres. Lo que podría presentarse como una ‘boutade’ más del tan cuestionado arte contemporáneo y, tras como se fue gestando su participación, sin ningún viso de prosperar, acaba siendo un acicate para participar de una cita clave para entender el arte más arriesgado y actual y ante el que Vila-Matas ha cambiado muchos de sus pareceres. El autor reflexiona desde esa experiencia sobre el arte, a partir de sus visitas a diferentes instalaciones de la Documenta, sus paseos a lo largo de la ciudad germana y los contactos con los diferentes organizadores de este evento. Todo ello lejos de hundirle en la previsible decadencia occidental y junto a su carácter menguante de ánimo a medida que avanza el día, va a permitirle conseguir una energía necesaria para cualquier ser humano, pero más aún si este se dedica a algún aspecto creativo. Esta mezcla de ‘flâneur’ y ‘voyeur’ ejerce sobre el lector una mirada terapéutica ante el arte sobre el que a través de su lucidez e ironía, no deja de emitir juicios y valoraciones sobre su necesidad para el ser humano. En definitiva una brisa en la que todo está suspendido.

Publicado en Diario de Pontevedra y El Progreso de Lugo (5/04/2014)

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