martes, 1 de abril de 2014

Extraños, pero nuestros



¿CON CUÁNTOS de nuestros familiares se podría escribir una novela? Personajes más o menos conocidos, de los que llevamos oyendo hablar durante años y años, seres que asoman cada dos por tres en conversaciones de sobremesa o en discusiones acaloradas entre los miembros de unas familias que siempre tienen a alguno de estos ‘extraños’ entre sus componentes. Una especie de árbol que a nadie le gusta mover por si lo que de él cayese no fuese de nuestro agrado.
Muchas veces nos cuesta mirar hacia nosotros mismos y hacia ese círculo más cercano que siempre pretendemos que sea lo más estable y cómodo posible; eso es lo que necesitamos de una familia, pero esos ‘extraños’ son siempre una amenaza, un peligro latente en la fractura de ese pretendido equilibrio. Vicente Valero nos presenta a sus propios extraños convirtiéndolos en los personajes centrales de una novela con un claro tono expiatorio. Y es, precisamente a partir de esa condición, desde la que la novela toma vuelo y alcanza ese sentimiento de profundidad que tan bien sienta tanto al escritor como al lector.
Fragmentada en cuatro grandes bloques, inspirados en otros tantos personajes diferentes, Vicente Valero teje a partir de su propia mirada las historias, siempre fascinantes, de cada uno de esos protagonistas que emergen de la nebulosa de los recuerdos para corporeizarse ante nosotros. Ese tejido se sustenta en los relatos e historias oídos a lo largo de su vida, sucesos que están a punto de perecer bajo el olvido, pero que aquí se recuperan a partir de esos rastros que obligan a investigar para reconstruir un pasado necesario en este presente. El autor, más conocido por su reconocida labor poética así como por la edición de diferentes ensayos, aquí se lanza a la narrativa y no lo ha podido hacer mejor. Preciso en el lenguaje, todas esas historias que tienen como origen el seno de una familia en Ibiza, nos transportarán a tiempos y geografías distintas, lo que supone un esfuerzo de ambientación e implicación de cada una de las historias a su entorno, pero también para el lector supone una diversificación de relatos que se agradece a la hora de la lectura del libro.
Y es que cada una de nuestras familias son precisamente eso: historias diferentes que se han ido acolmatando en los álbumes familiares y que, una vez abiertos, te conducen hacia la singularidad de sus componentes, y otras historias que se van engarzando a sus experiencias, normalmente alejadas del núcleo familiar, aunque este permanezca siempre como asidero ante las dificultades de una vida que aquí se hace relato, pero también experiencia y el detonador de nuestras propias experiencias, muchas de ellas recuperadas al mismo tiempo que nos enfrascamos en ‘Los extraños’ de Vicente Valero. Todos ellos extraños, sí, pero nuestros queridos extraños.

Publicado en Diario de Pontevedra y El Progreso de Lugo 30/03/2014

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