domingo, 5 de xaneiro de 2014

Ilusiones



El Gran GarajeChacón y Costas eran el paraíso de las ilusiones. Un fascinante triángulo de las Bermudas en el cual te perdías con la felicidad que otorga la inconsciencia y el único deseo de disfrutar de la vida. Esto lo afirma quien sobrepasa levemente la cuarentena y todavía no ha olvidado lo que significaba pegar el morrillo a los escaparates de aquellos negocios que, durante estos días, se acolmataban de maravillosas mercancías hasta los topes, para que Sus Majestades llenaran sus sacas con todo lo que deseábamos y cuando hablar de ese señor gordito y que viste de rojo era hablar de una especie de ser alienígena. 
Pensar en los fuertes de Comansi o los Cinexin del Gran Garaje, los Scalextric o los Ibertren de Costas o los Madelman y Geyperman de Chacón todavía me hacen abrir la boca y poner la misma cara que se le pone a mis hijas cuando coinciden con los Reyes de Oriente en el Pazo de Mugartegui o en las instalaciones de Diario de Pontevedra. Y es que hay ilusiones que no entienden de generaciones y que se aferran al niño que fuimos y del que afortunadamente siempre llevamos algo dentro. Los años nos van desencantando de muchas cosas, siempre demasiadas, llevamos dolorosamente el chasco regio (el oriental, no el borbónico) y poco a poco la vida nos va mostrando su verdadero rostro. Las cartas a los Reyes Magos se convierten en deseos de seguir como estamos, sin una mala enfermedad o una pesada ausencia, con un trabajo que nos permita seguir viviendo por encima de nuestras posibilidades (qué gran frase nos dejó la crisis y sus exégetas) y viendo en los ojos de nuestros hijos el deseo de seguir creciendo, de seguir aprendiendo. 
A este 2014 uno ya solo le pide eso, que no es poco, ¡ojo! que si me traen un tubo de vaqueros de Comansi pues también será bienvenido. Mariano Rajoy, que no es rey, pero sí pontevedrés, que casi viene a ser lo mismo, nos ha dicho que sí, que este año sí, que será el del inicio del crecimiento, pero claro, luego ponemos la oreja en la calle o escuchamos a economistas del más variado pelaje, y ninguna de las dos percepciones coloca un solo hilillo de esperanza con el que sujetar las palabras presidenciales, finalmente trituradas por las campanadas de un año horrible para esta sociedad. Resplandece así, no la estrella de Belén que orientó a los magos, sino que lo hace la distancia sideral entre el ciudadano de a pie y una Moncloa cada vez más alejada de la frase del don Juan Tenorio: «A las cabañas bajé, a los Palacios subí». 
Si de algo sirven estos días que culminan la Navidad es para aferrarnos a ese mundo de ilusión que rodea a los Reyes Magos y escapar así durante algunas horas de muchas de las cosas negativas que nos rodean. Esa es la verdadera magia de estos hombres que, a lomos de sus camellos, visitan nuestros hogares para convertirnos en niños por unas horas, un regalo impagable que cada vez más nos sirve una nostalgia de tiempos en que con menos, con mucho menos, éramos inmensamente felices. Futbolines, bolos, grúas, camiones, balones o sencillas muñecas son ahora casi despreciados por unos niños que cada vez más centran sus peticiones en tablets, consolas, ordenadores y todo un universo que nos habla de un nuevo tiempo que uno siempre tiende a dudar sobre si es mejor que el nuestro. Claro que sí, que es mucho mejor, como el nuestro lo fue en relación al de nuestros padres. Los tiempos, pese a las sombras que los acechan en ciertos momentos, son siempre mejores que un pasado al que ya solo se vuelve con la añoranza de lo vivido, la vana resistencia a que el tiempo se nos echa sobre los hombros como una carga que empieza a pesar. 
Ojalá lo que sean pesadas sean las sacas de sus Majestades, y que les dejen a todos ustedes no solo la esperanza de un año mejor, sino también algún bien tangible con el que volver a ser aquellos niños que veíamos los regalos en blanco y negro mientras nos sentíamos reyes por un día con nuestras muñecas de Famosa o las piezas del Exin Castillos. Juguetes ya inolvidables y que nunca dejarán de formar parte de nuestras sencillas pero férreas ilusiones.



Publicado en Diario de Pontevedra 4/01/2013
Fotografía: Interior del Gran Garaje en la Navidad de 1983 (Rafa)

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