sábado, 17 de agosto de 2013

¡Qué ruede el balón!

 
 
 
Todavía nos andamos sacando las arenas de entre los dedos cuando llega el fútbol, pero no aquel fútbol definido como de verano, con sus hermosos Carranzas o sus espléndidos Teresa Herrera. Partidos al atardecer playero que ensalzaban la cerveza o el tinto de verano a una nueva dimensión y que nos abrían el apetito de cara al inicio de Liga. Ahora lo que empieza es la Liga misma, sin probaturas, con los equipos favoritos recién aterrizados de sus giras empresariales y que usarán estas tres o cuatro primeras jornadas para ponerse a punto de cara a la Champions, que es lo que de verdad interesa a estas grandes franquicias, hasta que en la primavera comiencen a pensar realmente en la Liga.
Esa premura es una de las últimas afrentas de esta sociedad actual al verano, encanallada en grado sumo con la aparición de los cromos, aquellos Panini de otoño ya lo son ahora de verano, para consolidar la autosuficiencia infantil de unos niños enjaulados en sus play-station y que aún no tienen con quien cambiar sus estampas, dedicándose a hacer acopio de víveres, hasta que las aulas generen el hábitat natural del cromo: el del colegio, el del sípi y el nopi, el de “te cambio a Messi o Cristiano por tres o cuatro… digamos de Osasuna, Granada o Real Sociedad”. Cromos que saltarán a los campos en sus tres dimensiones, en unos jugadores que nos harán vibrar y sufrir, olvidar miserias pasadas y superar temores actuales, como refugio en el que buscar abrigo ante el temporal que todavía no escampa.
Todo volverá a estar en manos de los dos máximos favoritos, Barcelona y Real Madrid (el orden viene dado por el título liguero de la pasada temporada, no se me alteren) que, con sus presupuestos, generan una diferencia abismal con el resto de oponentes. El Barcelona ha destapado la parte de atrás de su casita de ‘Pin y Pon’ con el reguero de colonia de Pep Guardiola que, desde Münich se ha convertido en líquido inflamable contra una directiva con la que estaba claro que no todo era felicidad. El cese del contrato de Abidal, la marcha del joven Thiago y la obligada retirada de Vilanova se han cauterizado con la llegada de Neymar y el fichaje del Tata Martino. En principio todo suena bien, pero los nuevos nombres, por mucho que se empeñen, estarán en manos de los Iniesta, Messi, Xavi, Fábregas, Puyol (o lo que quede de él) y Valdés, que son los que realmente sostienen al club culé en el campo. De cómo case lo nuevo con lo viejo, y la superación de esos traumas de última hora, dependerá la resistencia culé al embate blanco.
Y es que el Real Madrid ha conseguido algo que siempre es necesario de cara a triunfar en el fútbol, y es que se hable de fútbol. La llegada de Ancelotti y la implicación de Zidane son motivos suficientes para que el Real Madrid convierta a su extraordinaria plantilla en un equipo de fútbol y no en aquella abigarrada banda de barrio en que se había convertido bajo el mando mamporrero de Mourinho. Desterrado en sus queridas Islas Británicas, como Napoleón lo estuvo en Santa Elena, Mourinho verá como la alegría de este deporte convierte al Real Madrid en el equipazo que es y todo ello sin descuidar una imagen que tanta importancia tiene en esto del espectáculo. Con la bestia muerta el color volverá a inundar el castillo blanco, las rosas florecerán y nombres como los de Isco, Illarra, Carvajal o Bale (¿alguien todavía duda de su fichaje?) convertirán al Real Madrid en una especie de Estrella de la Muerte que irá destrozando los planetas con los que se cruce en su vuelo interestelar. La Liga ya está aquí y con ella los cromos, y los horarios inhumanos en la televisión, en definitiva, el circo ya está montado para demostrar que cada vez los veranos son menos veranos y las penas con pan menos penas.
 
Publicado en Diario de Pontevedra 17/08/2013

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