xoves, 14 de marzo de 2013

Un grito contra el olvido


Recién inaugurada, disponemos de un largo plazo, hasta el 1 de mayo, para encontrarnos con una fiesta de la pintura. Pocas veces en una exposición vamos a hallar una verdad tan pura como la que nos brinda la obra de Deside, convirtiendo a su autor en uno de nuestros mejores pintores.  Casi siempre olvidado cuando aparece una de sus exposiciones, y más una de gran calado como esta, debería entenderse como un reconocimiento a quien no es demasiado gustoso de ellos, pero que sí sabe cuál es su verdadero lugar en este teatro.



Habla Deside y retumba la sala. Pinta Deside y retumba el mundo. Sus cuadros son una espiral pictórica que te atrapa desde el primer momento, un torbellino que, al igual que la personalidad de su creador, te transporta a ese magmático misterio del que solo la pintura es poseedora.
Pinceladas y materia se encuentran en el interior de unas piezas inagotables en cuanto a su contemplación y ante las que cada instante que se sucede frente a ellas no hace más que estremecerte por lo que supone de reconocimiento de la buena pintura, convirtiendo el acceso a la exposición organizada por Novagalicia Banco en la primera planta del Café Moderno de Pontevedra en un acto de fe hacia la pintura, una profunda reivindicación de una disciplina tantas veces maltratada por muchos, siendo lo más grave cuando lo es por los propios artistas, siendo no pocos los que hacen de la pintura un frugal divertimento menospreciando su historia y su poderosa condición llena de orgullo en la cumbre de la creación plástica.
Seguramente serán muchos los que, llegados a esta línea, suponiendo que sigan ahí, se estarán preguntando quién es este Deside del que este cronista no hace más que elevar su pintura a una cima casi picassiana. Pues sencillamente un pintor gallego que pinta como los ángeles porque pinta con el alma, que es como se debe pintar, pero al cual, los años y los insondables círculos artísticos, por las razones que sean, no le han tratado como debieran, de ahí que muchos de esos años han transcurrido en horas de trabajo en su taller, la auténtica patria del artista, de cualquier artista y de la que rara vez ha salido para mostrarnos su trabajo, pero cuando lo hace, como en esta ocasión, provoca un estallido similar a un volcán en erupción vomitando la producción de esos años parida desde las diarias luchas con la pintura.
Esta exposición se articula como una especie de recorrido por todos esos años, aquí enmarcados entre 1975 y el año 2000, presentándose, y con razón, como la gran exposición de un creador olvidado, del que quizás sea el mejor pintor esencialmente informalista de nuestra tierra. Hablamos de alguien que ha permanecido siempre fiel a su concepción artística, frente a incomprensiones y seguramente muchas miserias. Un discurso que se defiende por sí mismo, alejado de camarillas e intereses sibilinos y sí cercano a las entrañas de quien hace no solo de cada cuadro, sino de cada pincelada, un grito pictórico. Un rugido que nos pone los pelos de punta por la dimensión de esa obra que tras cada cuadro que vemos no acabamos de entender el sentido de ese olvido.
Cada una de esas superficies respira pintura, componiendo una suerte de territorios en los que se derrocha el carácter informalista de una abstracción que se mueve desde la pintura matérica, hasta la abstracción lírica o la percepción de un atisbo figurativo. En todas estas abstracciones Deside nos transporta a su universo, que es al fin y al cabo su pintura, un espectáculo que supura pasión por cada uno de los poros de estos lienzos vivos como pocas obras de arte, vivos para la eternidad, ya que poco importa su fecha de creación.
‘Pintura sin tiempo’ se titula la muestra. Efectivamente, alejada de modas y modos, pura pintura, para en ese lugar que ahora ocupa, entre las sombras generadas por una precisa iluminación encontrarnos sus luces pictóricas generando un clímax portentoso donde todo es alimento para el alma de aquellos que se atrevan a descubrir a un pintor tan enérgico como distante, que solo nos habla desde su pintura, que es como debe hacerlo todo pintor que se precie. Su nombre, Ramón Lorda, Deside, sus gritos son su pintura.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 10/03/2013
Fotografía Rafa Fariña

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