luns, 29 de outubro de 2012

La herencia del pasado


No se agotan las miradas de nuestra literatura hacia la Guerra Civil y sus consecuencias, y así debería seguir siendo dadas las múltiples lateralidades que un conflicto de esa magnitud tiene en nuestra sociedad y cuyas heridas, todavía muchas, siempre demasiadas, están todavía lejos de cicatrizar. Acostumbrados como estamos a que las trincheras se lleven al pensamiento de los propios escritores, muchos con sectarias intenciones, un grupo de autores entran de lleno en aquello más interesante, como es la disolución de los blancos y negros a los que tantos se apuntan como fácil recurso para establecer un relato apasionado con el que el lector puede rápidamente identificarse, sintiéndose cómodo por un lado y promoviendo el odio por el otro. Es, por lo tanto, en esa gama de grises en la que el escritor inteligente puede sacar más partido y en dónde la narrativa se convierte en más lúcida e interesante, debido a las dudas que deja en el lector.
Así lo vimos en la monumental ‘La noche de los tiempos’ firmada por Antonio Muñoz Molina y lo volvemos a reconocer y valorar en ‘Ayer no más’ de Andrés Trapiello. Autor conocido por su defensa de esa Tercera Vía que busca superar odios atávicos en eso que se ha dado en llamar las dos Españas. Pero sobre todo por acercarse a la verdad, como él mismo dice “la primera víctima de una guerra”, a través de unos matices en los que todo se debe poner en relación a la condición del ser humano, un hatillo de miedos, terrores, frustraciones, venganzas, amores, deseos... cargas de nuestras vidas que en una situación de caos, como lo puede ser una guerra, y más si ésta se produce entre hermanos, provoca reacciones y comportamientos de lo más inesperado.
Andrés Trapiello nos propone un relato desde las personas, en las que todos esos sentimientos afloran setenta años después de un asesinato, uno de tantos que dejaron nuestras tierras abonadas de sangre, cuando uno de sus autores es reconocido en la calle por el hijo de la víctima, presente en aquel suceso. Es “la herencia del pasado” que cita el autor en la novela, una herencia que nos ha tocado soportar durante varias generaciones y de la que no es fácil desprenderse. Esa herencia (“Todos heredamos un pasado”) cada persona la manejará a su manera, y es en las reacciones de los diferentes personajes que se han visto afectados por aquellos acontecimientos, en los que el autor sitúa la principal atención, precisamente para reflejar como un mismo hecho ofrece múltiples visiones, más con el paso de los años, y como eso es capaz de afectar a familias, parejas, amistades, relaciones de trabajo. Una ponzoña que sin embargo debe tener un factor positivo a la hora de superar lo sucedido. El autor, a lo largo del texto, defiende la importancia del recuerdo “Debemos recordar, porque el recuerdo es un deber moral” y durante varios pasajes acude al pensamiento de Hannah Arendt “El olvido no existe”, como el lugar desde donde se debe hacer frente a esa tradicional historia y hasta historiografía de buenos y malos.
A lo largo del relato, en el que no cabe duda de las bondades literarias de su autor, asistimos también a curiosas referencias sobre las visiones que desde medios de comunicación o diferentes pensadores se manifiestan hoy en día sobre el conflicto, y hasta el autor se autorreferencia haciendo mención al ensayo (a mi modo de ver imprescindible para la comprensión de muchos de aquellos personajes hostigados por sus adscripciones políticas) ‘Las armas y las letras’, por el que desfilaron muchos de los escritores, pensadores e ideólogos de esa España construida a retazos, casi siempre interesados. Y es que como apunta irónicamente Andrés Trapiello: “Necesitamos hechos no novelas”.

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 28/10/2012

domingo, 28 de outubro de 2012

Alén do mar



Este é o título do disco de Óscar Ibáñez que vén de saír á rúa. Cando un o escoita decátase de que o nome non pode ser máis axeitado, posto que esa música nos leva polas ondas dos océanos, capaces de trasladar os sons do noso gaiteiro ata numerosos recunchos do mundo, así como polas referencias a lendas ou a historias agochadas baixo a a súa escuma. Óscar Ibañez imprímelle a este traballo unha fonda importancia, no só polo que supón poñerse hoxe en día a producir un disco, senón por esa dignificación na que leva traballando dende hai moitos anos a prol da gaita e o seu papel dentro dunha música afastada de miopes tradicionalismos. Cando un se deixa arrolar polas cancións que nel se agochan a primera sensación é a do ben que soa todo, o que para un que non é un gran entendido en música fala do mimo e coidado á hora de facer un produto; e nun segundo pensamento, o que me vén a cabeza é, tras xa algúns anos seguindo o seu labor, como é que este é aínda o seu primeiro disco en solitario, o que nos vén falar das dificultades que teñen os nosos talentos para amosar a súa calidade artística. Músicos, novelistas, pintores, poetas... Pontevedra é un berce interminable de creadores que non sempre atopan o respiradoiro para tomar aire e dicir ‘aquí estamos nós’. Quen si que o fixo foi Óscar Ibáñez, e ademais dun xeito abraiante.


Publicado en Diario de Pontevedra 27/10/2012

mércores, 24 de outubro de 2012

"La naturaleza no pide nada a cambio"

El próximo viernes el Centro Galego de Arte Contemporánea inaugura una amplia exposición sobre la obra de este gallego criado en Brasil o de este brasileño nacido en Galicia. Artista, además de profesor en la pontevedresa Facultade de Belas Artes, hablar con él supone disfrutar del pensamiento de uno de nuestros creadores más importantes. Pese a que él reniega de esa condición y hasta del valor del propio artista dentro de la sociedad, sus palabras estallan en el aire ante la incomprensión sobre este mundo.

Puntual y de negro riguroso Fernando Casás se mueve estos días entre la tensión que supone preparar una gran exposición en el CGAC y un estado griposo que en nada ayuda a comentar su permanente decepción con el ser humano y este mundo que nos empeñamos en construir a base de destruir el motivo central de su trabajo: la naturaleza. Y es que en sus obras es esa naturaleza la protagonista absoluta, la que le lleva a reflexionar sobre su esencia, con el tiempo y la memoria como ingredientes para intentar explicar lo injusto y mezquinos que somos ante las continuas lecciones que ese hábitat, que, como un regalo se nos ha dado, nos ofrece en su propia articulación como un sistema libre y sin cortapisas, algo que no se presenta en el entramado humano. Como un chamán surgido de alguna tribu de la amazonía Fernando Casás muestra ese excepticismo casi como parte natural del conocimiento humano. Incapaz de entender lo que estamos haciendo con este mundo, y sobre todo por qué lo hacemos, se refugia en la naturaleza en una especie de proceso de imploración en la búsqueda de respuestas, ya que, quizás ese sea el último lugar en el que podamos dar con ellas.
¿Cómo se siente Fernando Casás a estas alturas de su vida?
­—Bueno yo me siento muy consciente, aunque esa palabra quizás no sea la mejor, ya que conlleva la idea de que se es sabedor de aquello que pasa, y no es así, diría que inconsciente, pero sí que los años te sitúan en un sistema en el que te das cuenta de que cada vez sabes menos; y lo haces de verdad, no por usar una frase que siempre usa la gente “Solo sé que no sé nada”, pero llegar a la conclusión de que realmente no sabes sí que es interesante. Y en algo que no creo, así, radicalmente, es en el sistema artístico.
Supongo que a la hora de enfrentarse a una exposición de este calibre, que es un poco un repaso por toda una vida y toda una trayectoria, uno valorará lo hecho y lo que queda por hacer .¿Qué sentimientos sobre su trabajo ha tenido a lo largo de estas últimas semanas o meses?
—Que he sido una persona valiente. Y digo valiente en el sentido de tener agallas por enseñar tantas tonterías. Desnudándome sin vergüenza y he conseguido afrontar historias que han ido contracorriente como me sucedió cuando empecé a trabajar en la naturaleza frente a las modas, yo era consciente de todo eso tras mis estudios en la Escuela de Diseño de Río siguiendo los parámetros de la Bauhaus planteados en Sudamérica y sabía el terreno que pisaba, lo mismo me sucede al regresar a España, con 44 años vienes a incomodar a mucha gente por que la naturaleza todavía sigue siendo una incomprendida
¿Qué entiende Fernando Casás como naturaleza?
­—La naturaleza es el sinónimo de aquello que entendemos como caos. Caos porque es desorden, porque no es comprensible y esto es lo que demuestra el estilo de vida que hemos creado. Si hay un orden perfecto es el caos, todos somos naturaleza, tú eres naturaleza y yo soy naturaleza. La naturaleza está en todos los sitios, pero sigue siendo incómoda para la gente, parece que hemos olvidado de donde venimos.
¿Qué va a ver el visitante que se acerque al CGAC a ver la exposición?
—Una buena parte de cosas que nunca he enseñado. Que he empezado a contar desde que era niño y van a ser mostradas en la tierra donde nací, muchas se han perdido, pero otras no. La gente va a encontrar las cosas más íntimas, más equivocadas. Para mí ir hacia el equívoco es ir hacia la perfección. Si yo quiero acertar en algo busco ir en dirección al equívoco, no a crear un sistema mental totalmente racional para llevar a cabo algo, para llegar a un final, yo no sé cual es ese final, yo solo me ofrezco como medio, pero no sé cuando se va a incorporar el ‘santo’ (la inspiración) como decimos en Brasil, da un poco de miedo, pero se consiguen algunos resultados que son simpáticos. En esta exposición yo creo que va a pasar esto y la gente se va a encontrar con piezas muy curiosas.
Su obra está siempre rodeada de un fuerte compromiso, sobre todo a partir del respeto hacia la naturaleza. ¿Qué encuentra Fernando Casás en la naturaleza que no encuentra en el ser humano?
­—Tal vez la espontaneidad que se da en ella. Frente a eso el raciocinio o el orden, es algo desestabilizador. Está presente en todos los animales, y yo creo que todos los animales tienen alma y capacidad de pensar, no sé que miedo tiene el ser humano, tan egocéntrico, para negar eso. Y ese egocentrismo es el reflejo de su propia ignorancia y al querer sobrevivir por encima de los demás sin saber hacerlo, se autoerige como centro del universo. Es una situación que me asusta bastante porque hace siglos ya fue destruído por Copérnico y  seguimos sin entender nada. En definitiva, de la naturaleza me gusta ese desprendimiento de existir sin pedir nada a cambio. En algunos de mis trabajos me asocié con las termitas y era una sociedad que solo pretendía comer y sobrevivir, no estaban preocupadas en resolver problemas más allá de su propia necesidad. Yo creo que si intentáramos comprender un poco mejor la naturaleza sería muy positivo. En ocasiones miramos hacia la naturaleza y vemos árboles torcidos, tirados de cualquier manera, sin darles las menor importancia, pues no, son vidas muy complejas que protegen a otras vidas y entre ellas construyen su propio espacio, aunque no se lleven muy bien, pero cada uno va buscando su lugar, configurando su propio espacio, es una situación orgánica. Nuestras ciudades podían seguir ese modelo, pero son tan complejas y tan relacionadas con el consumo que eso implica muchas cuestiones negativas. Quizás por eso hay tantos casos de cáncer en nuestra sociedad, como una implosión del ser humano que se autodestruye al ser incapaz de entenderse a sí mismo.
¿Qué es lo que más le desagrada del ser humano? ­
—A no ser los amigos a los que les tengo un gran cariño, me repugna todo. Y sobre todo pensar que somos un animal con tantas posibilidades: simpatía, inteligencia... y se ha dejado llevar a esta situación en la que somos corderos. Entramos en internet y se habla de libertad, cuando no es más que una herramienta más de dominio. Estaremos todos controlados, perdón, ya lo estamos, sino que además seremos esclavos. Quizás pueda parecer arrogante pero tengo esa percepción de que todo está hecho a la mitad, merecemos mucho más, pero al mismo tiempo nos toca demasiado, tenemos muchísimos bienes, bienestar... pero es imposible alcanzarlo por el conjunto, no todos podemos llegar a esto. Es pornográfica esa diferencia entre las clases sociales.
¿Qué estamos haciendo con este mundo en que vivimos?
­—Me imagino que estamos esperando pero no sabemos el qué. Incluso las personas que manejan los hilos, ¿tampoco lo saben? No lo creo, estamos gastando millones en intentar vivir en Marte y para qué si vivimos en un paraíso. El otro gran paraíso es nuestro interior, pero no nos han dejado construir ese territorio maravilloso. Desde la religión a las leyes, todo va contra ese interior nuestro que tiene tantas posibilidades, e incluso nuestros instintos están completamente castrados.  
En sus obras pretende reflexionar sobre la erosión de los materiales en la naturaleza hasta reducirlos a su esencia.
—Cuando me asocié a aquellas entidades primarias, como fueron las termitas, significaba aceptar mi total ignorancia. Llega un momento en que intento hacer algo que sea natural, pero lo que hago es repetir un proceso de un Dios en que no creo, entonces busco esa asociación y enseñarla. Nada más. En relación al ser humano, yo creo que todo está en vías de acabarse, de una extinción como fin de una evolución. Tengo que ser muy pesimista con este camino que estamos recorriendo.
El tiempo y la memoria también están muy presentes en su trabajo ¿Cómo se integran en él
­—Dejándolos venir. A partir de un determinado momento te das cuenta de que no posees fuerza, somos seres tremendamente débiles, yo te pego un tiro y te mueres, sin más, somos muy débiles. Pero todos nos creemos Superman, cuando somos sumamente frágiles. Vengo a Galicia buscando aquello que se podría decir que son mis raíces, pero quizás sea una trampa hecha a mí mismo, dejó una casa en Brasil, reniego de las galerías de arte, contrario a esta mercantilización del arte que es peor que en otros negocios, como podía ser el de la publicidad que yo conocía por haber trabajado en él, en Brasil, y cada vez uno se vuelve más pobre. No hay como escapar del tiempo y la memoria, envejecer y aceptar el sistema cielo-infierno a través de tu propia memoria. La memoria te va a castigar si tu comportamiento no ha sido el adecuado, sino procuras conocer tu propio interior. Incluso si uno mismo echa la memoria atrás y recuerda antiguas experiencias las recuerda de una manera diferente a como se han producido. La memoria crea situaciones de incomprensión de aquello más interior, y entonces no hay lectura, es algo claustrofóbico. Tienes que liberarte y como conclusión el arte no tiene la menor importancia. Quizás se ha llamado arte a algo que no tiene importancia alguna, no hablo de los grandes creadores, sí de otras experiencias, incluso las mías.
Hoy todavía hay lugar para la belleza. ¿Dónde encuentra esa belleza Fernando Casás?
­—Yo no soy un pesimista. Soy un optimista bien informado. Es cierto que destilo pesimismo por todos los lados porque no entiendo cómo se ha construido todo este sistema. ¿A quién interesa que seamos tan infelices? Yo creo en la belleza de una manera profunda, tan profunda que podría decir que puedo imaginar que la gente podría ver algo que ni yo soy capaz de ver, pero presiento que hay una belleza más allá de aquello que podemos ver. Pero vamos transformando lo bello en algo ruin, y en ser cada vez peor. Pero creo que hay belleza en todos los sitios. Esto no es nuevo, hay escritos orientales que desde hace cinco mil años nos hablan de esto.
Desde 1991 está impartiendo clases en la Facultade de Belas Artes de Pontevedra. ¿Qué aprende Fernando Casás de sus alumnos?
—Lo que intento es hacerlos despertar a lo que tienen en sus manos. Que aprovechen las posibilidades que este sistema pone ante ellos cuando hay personas en todo el mundo que no disponen de esas posibilidades. Lo que más me molesta es que no se trabaje teniendo las herramientas de las que disponen. A partir de ahí busco generarles dudas dentro de un sistema que en el fondo no busca enseñar, y que parece estar hecho contra los propios alumnos. Y trabajo desde un programa de subjetividad, eso de crear artistas no existe, pero sí se pueden crear condiciones para que los alumnos puedan llevar a cabo sus potencialidades y que rompan un poco, dejándoles ese sentido de la duda tan necesario. Mi búsqueda es la de crear esa confusión en la que ellos puedan buscar.
¿Que impresiones conserva de la Facultade al cumplirse veinte años de su puesta en marcha?
­— Yo entro como invitado para dar clases, pero al trasladarnos del hospicio aquí, me quedo al lado de los alumnos y me convierto en molesto por demandar mejoras cuando no teníamos nada para dar las clases. Eso me ha generado muchos problemas, pero lo volvería a hacer. Lo que sí he creado son muchos amigos, amigos que fueron alumnos y están en otros países y siguen en contacto conmigo. Han salido buenos artistas, que podían ser mejores, pero existen muchos condicionamientos. 
Brasil-Galicia. ¿Qué tiene Fernando Casás de brasileño y qué de gallego?
—Tengo un amigo en Brasil, que se llama Antonio que es el dueño de dos bares de referencia en Río, y que es gallego. Antonio es un hombre de interior, sin demasiados conocimientos, pero muy sabio. Él siempre me dice: “yo no sé donde estoy, cuando llego a Galicia quiero volver a Brasil y cuando estoy en Brasil quiero volver a Galicia”. Pues yo siento lo mismo que Antonio. Todavía hoy no entiendo a Galicia, pero lo que sí no puedo aceptar es que se diga que estamos a la cola de España, o que somos españoles de segunda, ahí sí que vas a tener en mí a un enemigo para siempre.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 21/10/2012
Fotografía Alba Sotelo

martes, 23 de outubro de 2012

Brumas na mirada, brumas na alma

Ata o 31 de outubro na Galería Sargadelos de Pontevedra agroman as brumas que empapan dende fai un tempo a obra de Amelia V. Palacios. Unha variedade de miradas hacia unha paisaxe chea de ecos románticos, pero sobre todo chea dunha saudade que so en Galicia pode ter explicación e traducción a través dunha pintura chea de rotundidade pese a súa aparente debilidade. Poucas veces con tan pouco se pode dicir tanto, e ese é o segredo da pincelada desta rapaza que traballa día a día para facer da súa arte maxia. Tal e como aquí vemos.



Percorrer a costa artística que nos propón nesta exposición Amelia V. Palacios supón asomarse a unha experiencia que vai xa máis alá do meramente artístico. Capaz, pese a súa xuventude, de capturar o que é máis complexo nunha paisaxe como é a súa esencia. Economizando pinceladas, pero axustando ata o extremo o que éstas son quen de dicir, a artista acada un abraiante resultado que nos transporta ao medio desas brumas, na recreación desas sensacións que tantas veces fomos quen de sentir ao pé das nosas costas, ou cando as néboas envolven os nosos montes e contemplamos un deses efectos inesquecibles da nosa terra. Tantas veces sometida a esa beleza que agroma de cando en cando para diferenciala de todo canto coñecemos.
Amelia V. Palacios leva xa un tempo a voltas con estas brumas, cunhas néboas nas que quen é artista ten terreo abonado para capturar eses matices que son onde calquera paisaxe acada a súa maior intensidade plástica. Desas experiencias xorde esta mostra na que, tras esas néboas, sobre todo, adiviñamos a presenza dunha artista, xa que ao captar ese intre tan máxico da natureza nos amosa a súa destreza co pincel, nesa reducción do motivo convertido en excusa para a progresión da creadora. Nada vemos, pero sabemos que todo está ahí detrás, envolto baixo ese sostén das nosas vidas que é a natureza. Amelia V. Palacios difumina a nosa percepción do que é e do que non é, transportándonos a ese estado de indefinición que a propia natureza é quen de acadar pero que agora se vai converter no noso hábitat durante o tempo que nos deixemos rodear polas súas pezas.
Durante os minutos que teñamos en común, ben mediante os conxunto das pezas colocadas de forma seriada ou cando éstas se independizan, os nosos ollos non se despegarán desas pequenas fiestras ao exterior. Tamén, en boa medida, debido a distribución das pezas no espazo, que acada un ritmo que o que fai é aumentar a sensación que parte de cada unha das pezas. A ledicia de sentir que alguén é capaz de poñer ante nós un cachiño de natureza, ao xeito máis tradicional da pintura, aínda que cunha linguaxe dos nosos días. Amelia V. Palacios invade así o terreo dos grandes pintores que deixaron que a súa mirada se envolvese desas brumas inigualables para a práctica pictórica, e tamén para asentar o eu do artista nesa concepción romántica do home ante a natureza que, como ninguén, foi quen de amosar o alemán Caspar David Friedrich, ou o gran mestre da néboa que foi o británico Turner. Eles comezaron a facer da natureza a protagonista da obra, afastándose dun home que xa non a interpretaba como un escenario onde situar postais campestres senón como un estado de emocións. E precisamente dende esta compoñente emocional é dende onde temos que entender a interpretación que da natureza fai a nosa protagonista, e esquecéndose daquelo que poida parecer accesorio, ou que se afasta do motivo en si, concentrando toda a súa forza e sabedoría nesa pincelada tan precisa que, aínda que o repitamos mil veces, non deixa de sorprender en alguén da súa xuventude, o que non fai máis que alentar un futuro que xa é presente nesta creadora.
Por iso enfrontarse a súa obra é poñer un pé entre a historia da pintura e a nosa actualidade, da man de alguén que cada vez máis valora a capacidade desta disciplina como xeito de expresión e que, a vista do que aquí se amosa, sérvelle de reflexión permanente con esa natureza da quen ningún pintor é quen de afastarse, sabedor da súa valía, xa non como motivo, senón como sentimento.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 21/10/2012
Fotografía: Javier Cervera-Mercadillo

luns, 22 de outubro de 2012

Toque



El tándem Alberto Núñez Feijoo-Alfonso Rueda se está convirtiendo en los Xavi e Iniesta de nuestra política. Malabaristas del voto que mueven el balón electoral a su antojo sobre el césped gallego en cada campaña. Sus mensajes y tácticas calan en unos votantes que, una y otra vez, apuestan por ese alejamiento visual de Madrid y por hacerles pensar que fuera del PP el caos en forma de bi, tri, cuatri o pentapartito supondría un suicidio para esta Galicia que se mece dulcemente entre las dos pés, sin atender a recortes, copagos y demás miserias que, a la hora de votar, lo único que parecen lograr es que la gente se quede en sus casas, congelada ante las papeletas que los partidos les han enviado y que, cuando se despiertan de ese conxuro, ven cómo se ha cerrado el colegio electoral. Ahora participarán en huelgas, protestas y concentraciones, pero ayer suyo fue un silencio convertido en cruel abstención. Frente a los magos del balón, livianos en toque y desmarque, los hieráticos jugadores de futbolín, Pachi y Jorquera, incapaces de motivar a sus electores, y hasta a sí mismos, deberían ir pensando en desatornillarse. Sus partidos no han superado miserias internas y hasta que el vestuario se purgue la caída continuará. El que apunta maneras es ese jovencito talentoso, ilusionado e irreverente, un tal Beiras.


Publicado en Diario de Pontevedra 22/10/2012 

sábado, 20 de outubro de 2012

Desasosiego

 
 
Salgo del trabajo charlando con mi compañero Jesús, y mientras la noche nos emboza, de nuestra conversación emerge como una gran ballena blanca la palabra desasosiego. Una palabra contundente que propicia el silencio entre ambos para, unos segundos después, concluir en lo hermosa que es. Y es que las palabras brotan así, de manera inesperada, arrasando con el ruido y asomando ante quien las convoca como una especie de conjuro con la propia vida. Jesús se va y en mi paseo solitario el desasosiego se aferra a mi mente para entremezclarse con esta jornada de reflexión, y es cuando se me aparece el santo visibilizado en el descomunal libro que Fernando Pessoa compiló a base de fragmentos de su vida heterónima para hacer de un diario todo un manifiesto. Allí se vuelcan las inseguridades y los temores de una vida de equilibrios entre la poesía y la oficina, una doble personalidad que emerge desde ‘la floresta de la enajenación’, como él mismo la define, para mostrar al ser humano ante lo artificioso de nuestra realidad. Un estado de no-ser que tan bien manifiesta el autor ante la toma de decisiones, y ante el que hoy nos encontramos. La democracia nos cita ante una de esas encrucijadas, y, aunque nos suceda como al protagonista y sintamos una “incompatibilidad profunda con las criaturas que me rodean” debemos decidir, apostar por aquello que entendemos mejor para nuestra sociedad, mejor para calmar nuestro desasosiego.
 
 
Publicado en Diario de Pontevedra 20/10/212

luns, 15 de outubro de 2012

El miedo a leer


Una vez que el lector se adentra en la trama establecida por Rafael Reig no puede desprenderse de ella hasta el impactante desenlace final. ‘Lo que no está escrito’ (Editorial Tusquets), para los que no conocíamos la narrativa de Rafael Reig, nos ha abierto un itinerario maravilloso en el que se reconoce la forja de un escritor, así como su interés por conseguir a lo largo de la narración establecer una serie de reflexiones sobre la propia literatura y su capacidad para generar en el lector infinitas percepciones de lo que está sucediendo a su alrededor, hasta el punto de confundir a ese lector a partir de lo que ocurre en la realidad y lo que, en este caso, acontece en la lectura de una novela, y lo que eso puede suponer de revelador para uno de los personajes de la trama.
Un juego literario que abruma por la medida precisión en su ejecución y por cómo las piezas se encadenan como en un gran crucigrama. Palabras que van dando origen a cada uno de los capítulos en que se divide el texto y que anuncian el sentido de cada uno de ellos. Y es precisamente desde la conjunción de cada uno de ellos de la que emerge el valor de esta poderosa novela en la que confluyen diferentes perspectivas que son el andamiaje de todo el conjunto. La relación de un hombre con su exmujer, el complicado vínculo de éste con su hijo y el papel de su actual pareja, se van a ir engrasando con un texto que ese hombre, escritor, deja a su exmujer para que sea leído por ella mientras él pasa un fin de semana con ese hijo en la sierra. Esa lectura, unida a la lejanía del hijo de su madre, abrirán una caja de Pandora en la que sobre todo el miedo será el principal protagonista y el que nos defina esa relación entre dos personas con algo en común tan importante como es un hijo.
Esos dos mundos, el real y el imaginado por el escritor, ofrecen frases que nos remiten a esa reflexión sobre lo literario y su influencia en nuestras vidas que citábamos al inicio de este texto. “Necesita seguir leyendo para saber qué hay detrás de esa ventana de palabras, pero tiene miedo a exponerse, a ser leída cuando lee. Por que, cuando lee, se siente bajo el poder de Carlos, en sus manos, observada por esa sombra que se oculta entre las líneas”, frases como ésta nos conduce a la percepción que, a medida que el relato avanza, se va incrementando sobre cómo lo que sucede en la novela que lee la protagonista presenta ciertos ecos con los sentimientos de esa misma mujer en relación a su ex marido y al temor ante lo que pueda suceder con su hijo. Un pálpito que al final desembocará en unas páginas de las que es imposible desentenderse, sobre todo por establecer un final doble, el de esa novela que está dentro de la novela, y el que plantean los verdaderos protagonistas de ‘Lo que no está escrito’. Dos personajes que han superado una separación y que ahora, cuando las aguas parecían calmadas, ven como éstas se agitan por esa novela que “tal vez les había costado a los dos su matrimonio” y siembra de miedos un presente que acabará abruptamente.
Rafael Reig, más conocido (sobre todo por el que esto suscribe) por su labor crítica y didáctica, que por su propia obra literaria, está claro que tras la escritura de ‘Lo que no está escrito’ ha reafirmado sus valores como narrador. Ya que unido a la alabada estructura también debe ser resaltado su lenguaje directo y conciso, sin eludir ciertas palabras y situaciones que reafirman una literatura llena de verdad e intensidad. Esa misma que te lleva a leer esta obra de manera fulgurante, ya que es quien de sujetarte por la pechera para sumergirte en esa relación personal, pero también en ese vínculo entre la literatura y lo que sucede a nuestro alrededor. Un maridaje de sugerentes expectativas sobre la novela y su presentación ante el lector.


Publicado en Diario de Pontevedra 14/10/2012
El Progreso 6/10/2012

domingo, 14 de outubro de 2012

Na campaña

Por que as conserveiras son sempre obxectivo de visita dos políticos? Por que as redes sociais se enchen de políticos que ao longo do ano non se volven achegar a un ordenador? Por que as garavatas, os que a levan, dos candidatos á presidencia da Xunta nos debates de televisión son sempre azuis? Que forzas telúricas permiten a Beiras debater mentalmente co resto dos candidatos? Cantos votos pensa acadar o BNG coa inclusión no seu programa da prohibición das corridas de touros en Galicia? E cantos perder? Que lle botou Pachi Vázquez no café a Abel Caballero para que se comporte como un socialista razonable durante a campaña? Que pensaría Xosé Cuíña das cousas que lle saen pola boca ao seu fillo Rafa Cuíña nos seus mitins de Compromiso por Galicia? Cantas xeracións tardaremos en pedir os xurelos en inglés cando vaiamos ao mercado? Por que Dolores de Cospedal paseou por Pontevedra despoxada de mantilla e peineta? Que sentido ten o gasto de seguir recibindo as papeletas de voto nas nosas casas cando o domingo estarán á nosa disposición no colexio electoral? Alguén coñece unha persoa á que chamaran dalgún xornal para participar nunha sondaxe electoral? Quen no PP pensou que ese formato de tres noites de debates electorais podería beneficiar ao seu partido? Que carallo é o voto útil?
 
 
Publicado en Diario de Pontevedra 13/10/2012

xoves, 11 de outubro de 2012

Soños feitos libros

 
FACER DO LIBRO SOÑO, como di o seu director, pero tamén do soño libro, é a aposta da pontevedresa editorial Kalandraka, que vén de ser recoñecida co Premio Nacional ao mellor Labor Editorial. Todo un luxo do que gabarnos nesta cidade que soa polo mundo adiante grazas ás boas historias e as ilustracións agochadas baixo as tapas dos seus libros. Libros entendidos como fonte de inspiración para os nosos nenos, pero tamén como evidencia do valor da cultura. Nestes tempos de cartos sobre cartos, e cando a cultura parece estar abafada pola miopía dos nosos dirixentes, este tipo de recoñecementos ten que servir para medir a verdadeira dimensión da produción cultural. Letras, páxinas, pero sobre todo soños, que van moito máis alá do valor económico, desa tiranía que impide ver que o que se fai dende esa editorial é rearmar a dignidade moral de todo un pobo de cara ao seu futuro.
 
Publicado en Diario de Pontevedra 11/10/2012
Fotografía: Rafa Estévez

martes, 9 de outubro de 2012

Lo que deja el viento

‘Cuando el viento’ es la exposición que permanecerá en la Sala X de la Facultade de Belas Artes de Pontevedra hasta el 9 de noviembre. Una muy recomendable experiencia que nos acerca a una esforzada artista  de la creación, en cuyo trabajo todo tiene sentido y nos traslada hacia una especie de cosmogonía propia en la que arquitectura y paisaje confluyen para propiciar una reflexión sobre el carácter nómada de nuestras vidas, así como acercarnos a una música que acompaña  tanto al ser individual como al colectivo que formamos una sociedad: el viento. 


Tiene el adentrarse en la exposición que Inge Álvarez nos muestra en la Sala X algo de paisaje construido, ya que uno se acerca a la sensación de moverse por un universo tan personal como lleno de unas presencias que, además de enriquecer la puesta en escena, también, y esto es lo importante, alienta nuestros sentidos motivando que reflexionemos sobre cada una de las estaciones que aquí se proponen.
Cada uno de los diferentes paisajes por los que vamos atravesando: pinturas, esculturas o instalaciones nos citan con el ideario de esta artista que lleva ya varios años apostando con firmeza por unas componentes que definen su trabajo: la arquitectura, lo urbano, el habitar, la fragilidad, lo efímero o el paso del tiempo. Todos estos vectores están presentes en cada una de sus obras dentro de esa búsqueda que todo buen artista debería tener presente en su trabajo, como es el conducirnos a través de la reflexión hacia su propio universo. Inge Álvarez lo consigue sobradamente, permanecer unos minutos en su instalación ‘La hija del héroe’, nos conduce a un escenario tan poético como sugerente, una sencillez formal que tiene infinitas posibilidades para la recepción de ese mensaje de fragilidad, de un viento que ha pasado y deja la escena en la que permanecemos con nuestros pies hundidos en la arena de un paisaje que nosotros mismo prolongamos hacia nuestro interior. Pero es que esa misma percepción vuelve a repetirse en obras tan sugerentes como ‘Zoro Babel’ donde parece que estamos ante una ciudad sumergida en la niebla, en ese espacio de indefinición y disolución de formas, donde nuestra imaginación se rearma para posicionarnos ante esa ciudad soñada, ante ese engaño utópico sobre la belleza en el que el tiempo o el clima condicionan esa nueva realidad.
Inge Álvarez construye esas utopías de una manera brillante, agolpándose una percepción tras otra, subiéndonos a una especie de alfombra voladora desde la cual recorrer esos escenarios que se despliegan por toda la sala.

Desde ahí arriba es cómo nos asomamos cual un humano en el país de Lilliput a ese urbanismo construido con sumo esfuerzo por la artista, esas miméticas arquitecturas nos hablan del sentido último de la arquitectura, de su función como espacio habitable en el que lo superfluo, como tal, sobra, y por lo tanto no es necesario para acoger y proteger al ser humano. Lo frágil e inestable de su individualidad perecen bajo la instalación colectiva y la acumulación de esas estructuras que se agolpan ante una enorme máquina, metáfora constructiva del gran hacedor y que la artista asocia con el carro construido por los liliputienses para trasladar a su gigante. ¿Pero quién es aquí ese gigante? Posiblemente la memoria, ese lugar donde se contiene lo que fuimos bajo un eterno silencio que cubre no solo esta instalación sino al resto de las obras. Un silencio protector que también envuelve al visitante integrándolo en la atmósfera que consigue generar la autora en el conjunto y que además es quien de incluir en la obra pictórica que forma parte de la muestra. Unos cuadros llenos de atmósfera definen, desde un interesante hermetismo, ese sentido volumétrico de todas sus formas, donde hay espacio para los juegos visuales y la inestabilidad como espacio de ruptura entre la obra y el visitante. Tanto desde las gamas frías como a partir de las cálidas Inge Álvarez reafirma ese silencio que se impone al conjunto y que aquí se dota de un sentido de tensión logrado con audacia y que en otra de sus obras ’Nómadas’, alcanza una nueva dimensión al presentar a esos volúmenes expandiéndose del propio lienzo, saliendo de él y desplazándose por la sala. Nómadas que parecen ser movidos por el viento. Un viento que está siempre presente, que funciona como motor de civilizaciones, como dinamo de culturas, pero también como un susurro, un hálito de vida que ha llevado a culturas del Medio Oriente ha perpetuarse en el tiempo, a llegar hasta nosotros como un sueño entre arenas y con el sonido de ese viento meciendo el tiempo, modelando civilizaciones pero sobre todo meciendo una memoria cada vez más frágil e inestable ante lo que sucede a su alrededor.

Inge Álvarez no renuncia a hacer de todos estos asuntos el motivo de trabajo de una carrera que ya conocíamos y que presenta en esta muestra firmes anclajes con ese tiempo transcurrido, pero que aquí ofrece una nueva dimensión más madura y serena. Es casi al final de este texto, sorprende que no haya surgido antes, cuando aparece la palabra serena, y es que serenidad es otra de las grandes conquistas de esta mujer, al propiciar desde la calma que transmite el conjunto de su obra la posibilidad de disfrutar de algo bello, de un equilibrio entre lo visual y lo conceptual que nos permite, una vez salimos de la exposición, recordarla con el beneplácito que aplicamos a aquellas muestras donde el visitante disfruta con lo que ha visto.
Pasos firmes en la proyección artística de Inge Álvarez, fiel a sus preocupaciones, pero que ahora aparecen  planteadas de una manera resueltamente más decidida y lírica, envolviendo al espectador en ese universo creado por ella misma, por su delicada forma de transmitir sus percepciones, así como por un compromiso establecido con unos ideales que cada vez se presentan de forma más madura para así interrelacionar las diferentes obras, cobrar todo pleno sentido, y sobre todo, ofrecer al visitante todo un oasis de sensaciones que le permitan completar esa parte final del diálogo artístico entre creador, obra y espectador. Deambular entre ellas, con el susurro del viento alrededor, les aseguro que no les dejará indiferentes durante la realización de este viaje, no por esperado necesario para evaluar nuestra posición ante el mundo.



Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 7/10/2012
Fotografías Alba Sotelo

domingo, 7 de outubro de 2012

Cuando ruge la noche

El último premio Alfaguara de novela recorre la densa oscuridad en que la dictadura militar envolvió a la Argentina y a unos ciudadanos silentes

Una noche que se repite. Un olvido que se convierte en realidad y todo ello planteado desde una perspectiva a caballo entre el dolor y el horror que una sociedad puede aplicar al ser humano. Un rugido que se vuelve silencio. Y es desde ese silencio desde el que el argentino Leopoldo Brizuela (La Plata, 1963) construye un relato enclaustrado en la realidad política y social de su país, lo que le permite alcanzar una sima de oscuridad y dramatismo que llena de fuerza el resultado final de este libro galardonado con el Premio Alfaguara de novela en este año 2012.
La presidenta del jurado, Rosa Montero calificó el libro como “Un thriller existencial, perturbador, hipnotizante”, y todo eso es lo que destila desde sus primeras páginas esta obra que nos sitúa ante el relato paralelo de dos noches separadas por treinta y cuatro años, en las que se narran dos irrupciones violentas; por un lado, la sucedida en 1976, cuando en los inicios de la dictadura militar argentina (1976-1983) un grupo de hombres accede a la vivienda vecina de un escritor para llevarse a una persona. En 2010 ese hecho se repite cuando se produce un asalto a esa misma casa. Una circunstancia que sirve para activar en ese escritor los recuerdos, pero también para rescatar una memoria que el instinto de supervivencia y, porque no decirlo, el miedo, se encargaron de sepultar en algún rincón del protagonista. Este espacio recóndito es el que el escritor se encarga de convertir en el centro de la acción para conducirnos hacia la siguiente derivada, cómo el miedo impone el silencio y cómo ese miedo es el que se encarga de generar una veladura sobre ciertos acontecimientos de nuestras vidas y lo que eso ha supuesto como interferencia para superar en este caso una época tan concreta de la historia argentina.
Una narración que se articula desde esos dos trazos temporales a partir de un inusitado talento por conferir de fuerza y atmósfera a la historia. Esa gran virtud de la novela alcanza momentos sublimes como en la descripción del Cuartel General donde se procedía a organizar la represión y a torturar a todos aquellos que fuesen detenidos y de los que se esperaba sacar alguna información. Uno pasa por ahí con el vello de punta y hasta visionando, mediante la palabra, lo que podían ser esas dependencias. Lo mismo sucede en numerosos pasajes, cuando el protagonista, con muchas vinculaciones con el propio autor (desde el guiño con las iniciales de ambos, hasta el haber presenciado dos escenas similares a las del relato), decide ir tirando de ese filo hilo de la memoria para descubrir un universo de horrores que tiene a la noche como metáfora de la oscuridad que cubrió a ese país tan gigantesco en tantos órdenes de la vida y que se encontró dilapidado en su futuro por la miserable acción de quienes protagonizaron desde la jefatura del Estado aquellos años.
El autor consigue mostrar esa atmósfera perversa que mezcla lo íntimo, la experiencia personal del protagonista; con lo público, a través de las actividades que desde la Junta Militar se llevaban a cabo. Un cruce no solo de tiempos, sino también de escenarios y percepciones pero sobre todo de silencios, ese lugar donde ruge la noche de una manera abrumadora para descubrir a un ser humano desnudo ante sí mismo y ante lo que otros son capaces de hacer para perpetuar su poder. Romper ese silencio será la salvación en este caso de un escritor, pero también de todo un pueblo, desligarse de esa oscuridad para que la luz de la esperanza alumbre a un nuevo tiempo, y sobre todo, diluya las sombras de la maldad. Las sombras que mutilaron a un país necesitado de este tipo de expiaciones internas convertidas en libro.


Publicado en Diario de Pontevedra 7/10/2012

Aspirinas



Bayer ha decidido que toda la producción mundial de aspirina se elabore en España. Algo lógico, ya que si gran parte de los quebraderos de cabeza de nuestro país tienen su origen en Alemania, la solución también debería proceder de allí. Así será y desde el astur concejo de Langreo se calcula que seis mil toneladas de ácido acetilsalicílico brotarán del prau asturiano para aliviar gran parte de las tensiones de este paraíso de la migraña en que nos toca vivir hoy en día. Un estado de ruido continuo que atrona nuestras cabezas en el que la aspirina tiene asegurado el éxito, y los alemanes, por supuesto, sus buenos euros. La siempre eficaz filosofía alemana se visibiliza así, aproximando la solución al problema, en la sublimación de la dialéctica hegeliana, aquella en la que de la contradicción entre problema y solución surge el movimiento. Y para movimiento el que tendremos durante las próximas semanas con nuestra campaña electoral. Ya puede ir reforzando la multinacional farmacéutica el transporte por la transcantábrica para que por Ribadeo crucen tráilers y más tráilers de las letradas píldoras para calmar los ecos de las soflamas de los candidatos sobre los atribulados votantes. Una campaña siempre extenuante y que, por si fuera poco, en esta cita recupera la figura de Beiras. ¡Qué el ácido acetilsalicílico nos acompañe!


Publicado en Diario de Pontevedra 6/10/2012

venres, 5 de outubro de 2012

A figuración como argumento

Na segunda edición destes encontros pictóricos baixo o título de ‘Na beira do río. Diálogos na pintura’, enfróntanse as obras de Teresa Brutcher (Phoenix, 1955) e Ana Seoane (A Coruña, 1981) nas salas do Pazo da Cultura. Unha cita que busca atrapar unha serie de imaxes no canle deste Lérez, empregado como xeito de unión coa súa corrente da cidadanía coa cultura. Dúas formas de entender o feito pictórico, moi diferentes ao responder a tempos biográficos alleos, pero tamén a xeografías, experiencias, estudos ou vivencias moi afastadas entre si.

Se ten un xeito de falar un artista ese debe ser o que amosa a súa obra. E se falamos da pintura, desa gran arte visual da historia, os artistas convidados a amosar a súa experiencia nesta cita farano a partir das súas pezas. Teresa Brutcher e Ana Seoane enfrontan dende esta perspectiva dialéctica das súas obras a posibilidade de reflexionar a partir dunha aposta común: a figura. O argumento necesario para darlle soporte a un tipo de expresión moi diferente entre si e que responde ás circunstancias que lle son propias a dúas artistas pertencentes a dúas xeneracións moi alonxadas.
Cando se percorren as salas de exposicións do Pazo da Cultura vemos como a figuración pode expresarse dun xeito tan distinto como enriquecedor dende esa aparente distancia. A forza e contundencia das figuras de Teresa Brutcher parece esvaecer ante a sinxeleza das figuras que Ana Seoane sustenta nos brancos dos seus cadros. Unhas atmosferas que xogan a un equilibro entre elas que incluso se desenvolven polas propias paredes do Pazo. Hai figuras que foxen dos propios marcos para facer a súa propia brincadeira nun espazo moito más amplo.
Estruturada en catro grandes ambientes, un que busca a aposta en común, os dous seguintes onde cada creadora configura a súa propia mostra individual, e, o remate, onde a obra de ambas volve a aproximarse. Polo camiño podemos sentirnos abraiados polo realismo extremo das pezas de Teresa Brutcher, por como nas súas obras a realidade énchese de fermosas metáforas, de detalles cheos de humor, de xogos case surrealistas que van engrandecendo a forma de pintar desta americana que un día chegou a Poio e nunca máis foi quen de marchar. Cadros que podemos ver de ben lonxe, mentres que se queremos mergullarnos por completo no mundo de Ana Seoane temos que achegarnos ás súas figuras para descubrir unha serie de relacións entre elas, pero tamén de soidades, e todo nun espazo que nega calquera referencia.

Figuras
No primeiro dos espazos que artellan a exposición, na zona de entrada á mesma, o diálogo entre Teresa Brutcher e Ana Seoane fluidifícase a través do encontro directo das obras das dúas creadoras. Alí nos atopamos coas inseguridades das figuras que a primeira delas empraza en estraños equilibiros, dentro duns cadros que agochan moitas sorpresas a través dos xogos internos da obra, fendas que se abren e parecen atravesar o lenzo, un realismo que intenta ser irreal. Dúbidas que nos atrapan na súa propia dinámica formal. Ao seu carón Ana Seoane comeza a sementar a exposición cos seus seres, uns personaxes que para nós poden ser anónimos, pero que soen ter para a artista algunha anclaxe coa realidade. Seres individuais, formando pequenos grupos ou en relación con outros grupos maiores son os que se espallan non só no espazo da sala, senón tamén na superficie da propia obra. Chea de baleiros, sen referencias espaciais, as preocupacións amosadas por Ana Seoane na súa formación artística, e que agora se traslada á docencia que imparte en relación á escenografía, materialízase neste conxunto, onde a importancia está na disposición da figura no espazo e a súa relación co baleiro, con esa infinitude desconcertante.
No resto das salas a exposición amosa un senso máis individualizado, co traballo de cada unha das artistas no seu propio espazo. É entón cando Teresa Brutcher amosa moitas das súas preocupacións en canto ao ser humano, sempre cun reloxo na man, ese tempo que fai que os nosos corpos, novos e fermosos, aparezan envellecidos, onde a luxuria parece ser substituída pola resignación da persoa. Pero tamén hai espazo para a reflexión sobre a condena, o medo ou o abandono. En definitiva, sobre unha vida sempre presente na súa obra. E de novo volvemos a atopar eses engaiolantes baleiros, onde unha sinxela figura se converte na ‘bretchtiana’ protagonista do facer de Ana Seoane.




Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 30/09/2012
Fotografías: Alba Sotelo

luns, 1 de outubro de 2012

Aroma a ceniza


Mal, dolor e imagen. Son las tres palabras esenciales a la hora de enfrentarse al último libro del asturiano Ricardo Menéndez Salmón, ‘Medusa’, y no solo a él, sino también a la producción literaria de este escritor enfrascado en intentar desentrañar las claves de esa violencia desmesurada que el ser humano se ha aplicado a sí mismo a lo largo del siglo XX. Unas claves que le hacen sumergirse una y otra vez en esa fosa abisal que es la maldad, cómo el hombre se enfrenta a ella y su capacidad para dañar al prójimo, pero también cómo se visibiliza esa imagen y cómo ésta puede servir de bálsamo o precisamente todo lo contrario. Por unir sus últimas novelas, en ‘La luz es más antigua que el amor’, la imagen funcionaba como una especie de terapia que calmaba el dolor, mientras ahora, en ‘Medusa’, es la imagen la que parece estimular una mayor violencia, y la que provoca en el protagonista un deseo por seguir próximo a ella retratándola y asumiéndola como parte de su propia vida.
Prohaska es un artista que comienza a colaborar con la Alemania Nazi a través de la realización de una serie de películas en las cuales deja constancia de barbaries tales como fusilamientos perfectamente mecanizados, experimentos científicos con el hombre como objeto de estudio o los campos de concentración. Imágenes desalentadoras que, leídas gracias al talento literario y a la capacidad de evocación de un sinfín de palabras cargadas de significado, nos van a ir situando ante una miseria moral y espiritual que, sin embargo, ofrece en ese protagonista un equilibrio humanizado a partir de su propia vida, el amor hacia su mujer, la prematura muerte de un hijo o una poderosa relación de amistad. Escrutar lo violento le llevará también hasta el Japón mutilado, ya de manera indefectible, por el estallido de la bomba atómica y sus devastadoras consecuencias para imprimir ese reflejo a través de la imagen, y su poderoso valor como sistema representativo. “Mostrar es más poderoso que decir”, afirma el autor en el transcurso del libro, incluso arrojando piedras sobre su propio tejado literario, reafirmado así: “El lenguaje no puede describir el dolor”, asumiendo la capacidad que la imagen ha desarrollado a lo largo del siglo XX como propaganda para enaltecer a las masas y lograr su fidelidad, o también como construcción de un relato de terror que extienda el miedo y la sumisión.
No son fáciles los libros de Ricardo Menéndez Salmón y no por la complejidad de las historias, sino por escribir ante un espejo, esto es, colocándonos ante nosotros mismos y nuestros actos. En esta ocasión por situarnos ante esa Medusa que recreara para la posteridad Caravaggio y sus ojos sementados por el horror. Un tiempo detenido que se convierte en concepción mítica y en donde la decrépita historia del ser humano a través de los siglos circula a la velocidad de la luz. El autor nos arrastra estos territorios en una novela que tiene mucho de ensayo, lo que deja en evidencia la formación filosófica de quien ha asumido un reto extenuante para escritor y lector, pero del que todos salimos ganando. Aunque solo sea por una vez en la vida asomarse a ese precipicio que son los ojos de la Medusa es un acto de conocimiento, una expiación personal que permite de cara a un futuro no alimentar más odios. Una quimera que estará siempre ya empañada por el aroma a ceniza, el incensario que acompañó a lo largo de su vida a Prohaska. Un aroma procedente de la quema de libros, también de la quema de cuerpos, pero sobre todo, el aroma de las cenizas de nuestra condición como presuntos seres humanos poseedores de un reverso oscuro que lejos de ocultar gustamos de exhibir y proyectar en imágenes. Las imágenes de nuestra propia derrota.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 30/09/2012