martes, 28 de febreiro de 2012

Nostalgia cruel



¿Se imaginan ustedes a la Ford recibiendo un premio en el Salón del Automóvil de Detroit por la recuperación y puesta en circulación del Ford T creado en 1908? Pues Hollywood ha logrado algo parecido al colmar de honores a una cinta muda. ¿Tiene algún sentido a estas alturas de la película (nunca mejor dicho) premiar a una obra muda? Con la que el propio Hollywood le montó a Charles Chaplin tras renegar éste una y otra vez de la llegada del cine sonoro, ahora son sus nietos los que se lían la manta a la cabeza y ¡hala! en un ataque de nostalgia, estatuilla que te crió. Woody Allen, en el guión premiado como mejor guión original de esa joyita que es ‘Midnight París’, resume su argumento con aquello de que no siempre cualquier tiempo pasado fue mejor y cómo en cada momento debemos buscar la felicidad, ajustándonos a sus singularidades. Pues contra esa idea que ellos mismos han premiado, la Academia permite que Francia le pinte la cara, y con ‘The Artist’ la coloque frente a su propia historia, ante el nacimiento de su industria cinematográfica. Pero pese a las cualidades que la cinta exhibe, ésta no registra la más mínima comparación con el verdadero cine mudo, culminado con aquella tríada inalcanzable de los Chaplin, Keaton y Lloyd. Ellos sí que se merecían todas las estatuillas del mundo y mucho menos esta nostalgia cruel.
Otro nostálgico, éste circunstancial, ya que es algo que no encaja demasiado con su estilo, fue Martin Scorsese, quien con ‘La invención de Hugo’ también nos hace mirar al pasado, al origen del cine, pero aquí no hay trucos ni pastiches, aquí se apuesta por el lenguaje cinematográfico actual y hasta si me apuran con alguna que otra concesión al futuro más inmediato. Eso es lo que debe ser el cine, un diálogo inserto en su tiempo que permita nuevas expectativas y con una historia donde también haya cabida para la imaginación, la fantasía, y todo ello sin negar la mirada al pasado. Se sustituye la perversa nostalgia por la melancolía y así se crea otra extraordinaria película en la carrera de un director que sigue estando muy por encima de la media. Quizás en un futuro se le acerque otro de los damnificados de esta noche de estrellas y estrellados, Alexander Payne, quien con ‘Los descendientes’ solo se ha llevado el premio al mejor guión adaptado para una gran película que perfectamente se podría haber llevado los premios al mejor actor (el que parecía más evidente hasta ese desvarío nostálgico) y por que no, también los de mejor película y director. Su obra, entre el drama y la comedia, ejemplarmente combinados ambos aspectos, como en la propia vida, generan una película muy cercana al ser humano. Estrellado también se quedó Terrence Mallick con la pretenciosa ‘El árbol de la vida’ y es que sus poéticas galaxias y dinosaurios no acaban de engrasar con el rostro de un Brad Pitt nominado por un gran trabajo en ‘Moneyball’, pero que también se fue de vacío ante el imparable émulo de bigotito ‘fairbanksiano’.
Entre las damas Meryl Streep hizo buenos los pronósticos entrando en la historia con sus tres Oscar. Merecidos fueron los premios a los secundarios, el veterano Christopher Plummer y la solvente Octavia Spencer. Todo dentro de una ceremonia que pierde consistencia en cada edición, y donde el sentido del espectáculo se empieza a apagar en Hollywood. Quizás por teñir de blanco y negro, y silencio, lo que hoy solo debe ser color y sonido, no teniendo demasiado sentido mirar hacia atrás, y más cuando ese pasado es tan glorioso como inalcanzable. Ellos, los cómicos y aventureros del mudo, estarán siempre esperándonos para que volvamos a disfrutar una y otra vez de la verdadera magia del cine.


Publicado en Diario de Pontevedra 28/02/2012


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