domingo, 15 de maio de 2011

Dice Ignacio Martínez de Pisón

Un retrato de una época, los años sesenta y setenta en una España que buscaba la democracia y dejar atrás el franquismo. Barcelona es el escenario escogido para desentrañar, desde la perspectiva de una docena de personajes, las claves de un periodo de nuestra historia. Un acercamiento a una realidad que se escribía desde sus gentes, pero sobre todo desde la complejidad del ser humano.



No debe cogernos de sorpresa el aplauso unánime que está recibiendo la última novela de Ignacio Martínez de Pisón. Su trabajo ha venido desarrollándose de manera coherente y diáfana, sin distracciones que atiendan a modas o a postureos dictados por el mercado del libro. El que esto suscribe se declara incondicional de este tipo de literatura, y sobremanera tras la lectura de su obra ‘Enterrar a los muertos’, publicada en 2005, e incluida desde ese instante en el catálogo de libros preferidos que todos tenemos. Lo cierto es que entre ese libro, que desarrollaba su acción en los inicios de la Guerra Civil española con la vida de José Robles Pazos, el traductor de las obras del escritor norteamericano John Dos Passos, y la novela ‘El día de mañana’ hay una cierta lógica al interpretar, en la primera, el inicio de ese horror en que se convirtió el franquismo, y en la otra, el final, a través de uno de los actos más repulsivos que puede haber dentro de una sociedad como es la delación. Justo Gil es el protagonista de esta novela, un ambicioso joven que en Barcelona participa como confidente para la Brigada Social (los grises), la policía política del régimen.

Perspectivas. Lo realmente interesante de la puesta en escena en que se convierte cualquier novela, es el cómo esto se presenta ante el lector, en este caso a través de una especie de narrativa faulkneriana con múltiples puntos de vista que nos presentan los diferentes personajes que pasaron por la vida de Justo Gil. Lo que permite al escritor situar toda una época, la Barcelona de los años sesenta y setenta, cuando el franquismo agonizaba de manera lenta y tortuosa, y a su alrededor, una serie de personas atrapadas en ese contexto desarrollaban su existencia. Y empleo la palabra existencia, porque en toda la novela hay mucho de eso, de existencia, de vida sometida al destino, a los caminos que nuestra presencia en este mundo va abriendo. Cada personaje se decantará por seguir un camino determinado, en ocasiones de manera decidida, en otras, será la propia vida la que determine la dirección a seguir. En toda esa atmósfera, compleja, como lo es la propia existencia humana, se generó un caldo de cultivo donde el fin de una época emponzoñaba todo lo que tocaba y son precisamente esos personajes los que se tocan unos a otros, de su contacto surge el relato dividido en todas esas perspectivas a las que precede un “dice Carme Román”, “dice Mateo Moreno”, narradores convertidos en personajes de una historia que se erige como un fresco de una época real y violenta.
Publicado en Diario de Pontevedra 15/05/2011

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