domingo, 3 de abril de 2011

Aquellos años 80

La Fundación RAC de Pontevedra, en la calle Sarmiento, despliega ante nosotros una cuidada selección de sus  maravillosos fondos. En esta ocasión centrada en los años ochenta, cuando el arte en España se sacudía los traumas provocados por la Dictadura y se encontraba de frente con una realidad que, fuera de nuestras fronteras, mostraba un arte intenso y lleno de audaces pretensiones. Se sepultaban así años siniestros, en los que solo unos pocos supieron moverse con la necesaria libertad que demanda y exige la pintura. La verdadera pintura.



Los felices años ochenta, años en los que todo era ilusión y esperanza. Vitalidad y alegría. España vivió en estos años un terremoto social que movilizó numerosos estamentos de este país. El mundo del arte, con más energía si cabe, fue una de las locomotoras de todo ese proceso revificador de las estructuras mentales del país, y así la pintura conoció durante esta década uno de sus momentos más importantes, quizás el más destacado desde los años de las vanguardias. El compromiso con la pintura que mantuvieron durante los oscuros años del franquismo nombres como los de Saura, Tapies, Millares o Canogar sirvieron de soporte para, que con la transición política a punto de finalizarse, numerosos pintores hiciesen de su pintura un grito de libertad, una eufórica representación de la individualidad del artista, sin sometimientos a dictados, ni a imposiciones del tipo que estas fueren. El artista hizo de su obra su bandera, su forma de expresión y así es como durante esta década la pintura mostrará esa nueva condición. En Galicia tuvo su punto culminante con el conocido como grupo de ‘Atlántica’ el cual supo integrar esa renovación plástica en el discurso interno de la realidad gallega.
‘El sueño de una década’ es el título que la Fundación Rosón Arte Contemporáneo (RAC) ha querido darle a esta selección de piezas de sus propios fondos pertenecientes a varios de los más importantes artistas de este momento: Miguel Ángel Campano, Juan Manuel Broto, Julio Muñoz, Pello Irazu, Pepe Espaliú, Navarro Baldeweg, Miquel Navarro, José María Sicilia o Susana Solano. Todos ellos son más que suficientes para que, a través de sus obras, comprendamos esa nueva sensibilidad del artista y el hombre del momento. Las espectaculares composiciones pictóricas que aquí nos citan nos conmueven por su vigorosidad, por el manejo del espacio y el color, en la búsqueda de esa ansiada libertad. El deseo matérico de un artista que intentaba comprenderse a si mismo desde una libertad formal y expresiva.
La pintura trasciende de su soporte y nos muestra todas sus posibilidades de expresión. Sin necesidad de figuración, solo en algunos casos, elementos geométricos o aislados iconos parecen sugerirnos algún anclaje con la tradición. Pero ésta, ya subvertida desde los propios planteamientos de esta pintura, se agotará rápidamente entre quienes reconocen la modernidad en los ismos iniciáticos del siglo XX. Un eclecticismo que solo nos conduce a la exaltación del hecho pictórico, único refugio del artista, sin necesidad de más significados. Una pintura para sentir y sentirse afectados, una pintura entendida como artificio de nuestra vida, planteamiento de aquello que el arte sí puede alcanzar muchas veces antes que nosotros mismos. Frente a todas estas obras entendemos mucho mejor aquel tiempo, aquellas vivencias de la sociedad a las que el arte nunca dio la espalda y de las que respiramos ese ilusionante aire fresco de lo nuevo, lo arriesgado, lo valiente.


Publicado en Diario de Pontevedra3/04/2011
Fotografía Belén Rodríguez

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