luns, 21 de febreiro de 2011

Aguirre




Cura por la gracia de Dios, y duque por la gracia del amor. Jesús Aguirre fue uno de esos personajes que se adivinan tras el telón de nuestra historia durante la segunda mitad del siglo pasado, un nombre que aparece y desaparece embozado entre leyendas, mitologías y chascarrillos, cumpliendo un papel fundamental a la hora de engrasar las relaciones entre seres de diferentes sensibilidades y que sólo se pueden aglutinar por una personalidad de este pelaje. Su figura adalmatada es la excusa que permite al escritor Manuel Vicent ofrecernos un retrato especular de aquella España nuestra forjada a base de misales, aristócratas y sombras de una dictadura que daba aire con su declive a una ciudadanía asfixiada. Nos regala el escritor durante todo el año las mejores columnas del patio periodístico, bañadas por las aguas del Mediterráneo y puestas a secar bajo un calor que  Manuel Vicent azuza con palabras certeras y precisas. Flores que escogen una última página para crecer y que ahora se han vuelto jardín en el libro ‘Aguirre, el magnífico’, gracias a una prosa llena de sensualidad y precisión, por donde camina grácilmente ese duque de Alba abriéndonos los armarios llenos de cadáveres exquisitos del Palacio de Liria. No solo para conocer al consorte, sino para darnos de bruces con una España deshilachada de cuyos hilos va tirando, sutilmente, Vicent, el magnífico.


Publicado en Diario de Pontevedra 19/02/2011

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