luns, 15 de xaneiro de 2024

Narrar ante el fuego

[Ramonismo 182]

'Los muebles del mundo’ reúne una colección de relatos que resumen dos décadas de un maestro de este género

 


Hay siempre en la escritura de Ricardo Menéndez Salmón un punto de fricción con el lector, una yesca a punto de la ignición. Cada libro de este escritor gijonés pone a prueba ese momento de combustión, desde la novela o el relato breve, durante las últimas décadas su escritura es una de las más interesantes de nuestras letras, logrando no solo diferentes premios, sino un reconocimiento unánime ante esa manera de narrar tan determinada.

Esa forma de escribir adquiere en el relato breve una condensación formal y temática que en ‘Los muebles del mundo’ (Seix Barral) muestra toda su capacidad de impactar en el lector, de sujetarlo por la solapa y levantarlo unos centímetros del suelo, tal es su capacidad de penetración en quien se adentra en su palabra, en ese carácter lenitivo del lenguaje ante el que, como bien afirma en el prólogo el autor, el mundo se empeña en su obstinada dirección de autodestrucción en ajusticiar. Cada uno de estos textos nos conducen a tiempos, geografías, protagonistas diferentes, pero todos ellos se convocan ante una especie de llamarada, ese fuego que todo narrador primitivo necesita para convocar la fascinación por el hecho de narrar, materializar el dogma de contar y activar la pasión de abrazar al otro desde la palabra. Esa triple alianza es la que gestiona como pocos Ricardo Menéndez Salmón, proyectando en el lector todo un universo de sombras sobre las paredes de una caverna a la que nos convoca para romper esa oscuridad cada vez más densa en todo devenir humano.

Los muebles del mundo’ es un libro sobre la identidad humana, o, como él mismo escribe, sobre la «extraordinaria rareza de la vida de los hombres». Hombres y mujeres que desfilan ante nosotros en un estremecedor itinerario por lo que puede suponer el alma humana con todas sus aristas, desde su violencias hasta su caricias, desde sus tinieblas hasta su luminosidad, desde su desconfianza hasta sus certezas... términos contradictorios de los que realmente surge todo lo que suena a vida, una dialéctica de contrarios que es lo que acciona una dinámica existencial que justifica presencias al tiempo que permite al escritor, o mejor dicho al creador, acceder a ese desfiladero desde el que poder ensanchar nuestra mente y, por lo tanto, nuestra percepción de la realidad. «Nada de cuanto hay en el mundo existe por sí solo. El secreto de la vida radica en la necesidad de los contrarios», escribe Ricardo Menéndez Salmón, quien hace de esa necesidad el beatífico tintero desde el que armar su escritura. Ahí es donde encuentra el asturiano una grieta para que entre ese aire cálido preciso para gestionar una ficción que quizás no lo sea tanto, ya que por este viaje al fin de la noche, asoman numerosos protagonistas de tiempos pretéritos, escritores, pensadores, pintores... demiurgos de una capacidad de sintetizar la realidad desde su actividad creativa, quizás, entendida ya como el único interruptor posible para que emerja la luz alrededor de la que revolotear todos nosotros como polillas.

Encontrar esa luz es una de las grandes virtudes de esta escritura capacitada, en un determinado momento, para lograr el viraje preciso y que todo retumbe en nuestro interior. Un seísmo que se logra desde esa palabra que Ricardo Menéndez Salmón se empeña en honrar de una manera desaforada, a través de una variada terminología que no se avergüenza de sus posibilidades, encontrándonos con términos que, como un faro en medio de la noche, proyectan un haz de luz como un pasadizo que lo explica todo. De ahí que sus palabras actúen como detonaciones controladas en todo este territorio, conformado, texto tras texto y sobre las que él mismo reflexiona cuando en uno de los relatos habla de «palabras que luchan por estar fuera de los márgenes», y es que la constricción que provocan esos límites es contra lo que atenta, finalmente, todo el discurso de Ricardo Menéndez Salmón, tal y como lo lleva haciendo desde libros tan deslumbrantes como su ‘Trilogía del Mal’, ‘El Corrector’ o ‘La luz es más antigua que el amor’, por citar tres títulos emblemáticos en una trayectoria en la que no deja de apilar combustible para que el fuego no deje de crepitar.

Con estos relatos clausura su actividad en un género donde quizás ya todo esté explorado, pudiendo encontrar más cavernas en la novela y sus paredes desde las que escrutar nuestra identidad

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 23/12/2023 

martes, 9 de xaneiro de 2024

Huachafería

 

[Ramonismo 181]

El premio Nobel ha escrito la que dice es su última novela, un canto a su tierra natal y a la importancia del folclore



Ahora, me gustaría escribir un ensayo sobre Sartre, que fue mi maestro de joven. Será lo último que escribiré». Que todo un Premio Nobel afirme al final de este libro con esa seguridad que será lo último que escriba no deja de ser un estremecimiento para los que conformamos la legión de lectores de uno de los narradores más poderosos de estos dos siglos en los que nos ha tocado vivir. Otra conclusión de lo dicho es que ‘Le dedico mi silencio’ (Alfaguara), será, por lo tanto, la última novela que escribe Mario Vargas Llosa, y eso, tratándose del autor de títulos como ‘Conversación en la catedral’, ‘La ciudad y los perros’, ‘La fiesta del Chivo’ o ‘ El pez en el agua’, vuelve a convocarnos ante el escalofrío, por lo que supondrá esa ausencia, una pérdida de la que durante unos días podremos contenernos asomándonos a la lectura de ‘Le dedico mi silencio’.

Un libro muy especial, no sólo por marcar ese punto final, sino por llenarlo de su tierra peruana, por afrontar una teorización desde la ficción y el ensayo de mucho de lo que supone ese país a partir del valor de la cultura, y más concretamente, de la música. Se entiende esta, de manera brillante, como aglutinadora de las diferentes clases y estratos sociales que responden, de una similar manera a lo que provocan sones y ritmos, actuando como elemento catártico el vals criollo, que emerge de las clases más populares, invadiéndolo todo y generando un hilo invisible de unidad nacional, que es la tesis que defiende el protagonista del libro. Para ello se vale de otro término, de una maravillosa palabra de la que ya no podremos olvidarnos nunca por su sonoridad, su belleza y su potencial: huachafería.

Una palabra tan amplia en sus posibilidades que Mario Vargas Llosa le dedica un capítulo explicando su origen, significado y aplicaciones en diferentes ámbitos de la sociedad. Si en el diccionario de la Real Academia Española huachafería se relaciona en su significado con una especie de sinónimo de cursilería, en el contexto de la música peruana se debe vincular a lo sensible sobre lo racional, a lo imaginativo sobre lo real y a lo excesivo sobre lo indolente, en definitiva, una corriente interior llena de humanidad, también de defectos y de pellizcos al alma humana, y capaz de dotar a toda esa música de una cercanía con la gente motivadora de un vínculo emocional.

A todo esto Mario Vargas Llosa, en un claro guiño a su propia identidad y a su crecimiento vital, le suma el cómo articular esa historia llena de pensamientos, apuntes y reflexiones sobre la realidad histórica, social y humana de su país y que cataliza bajo la disculpa de la escritura de un libro a cargo de un experto en música regional peruana, de nombre Toño Azpilcueta, que, como un Quijote, bordea el delirio por intentar fijar esa idea de identidad común del pueblo peruano a partir de una música determinada, a la que se adhieren toda una serie de experiencias, tanto individuales como comunitarias.

En la novela también hay mucho sobre cómo confeccionar un libro, de ese proceso de escritura que tantas veces debió afrontar el propio Mario Vargas Llosa. Encontrar un argumento, un tono de la narración, cómo articular los diferentes capítulos y que es lo que debe propiciar la unión de todos ellos, o en qué punto se debe finalizar un texto, son algunos de los vectores que convergen en esa historia que Toño Azpilcueta relata desde la recuperación de una impresión sonora, la provocada en una casual velada por un desconocido, para él, guitarrista, de nombre Lalo Molfino, y cuya vida se empeña en recuperar para el conocimiento de todos, así como para describir esa revolución social que la música es capaz de provocar en todo un país que debería abrazarse y superar los obstáculos a través de esa música. Esta empresa de orden social se alterna con la propia vida de ese estudioso de la música, de sus intereses profesionales, su ámbito íntimo y familiar, de un amor no correspondido con una cantante y de unos traumas de la infancia que le acompañarán de manera, más o menos intensa, en todo este proceso de escritura y revisión de un país en el que tanto Toño Azpilcueta como Mario Vargas Llosa no renuncian en confiar, con la cultura como una hermosa utopía para el encuentro. 

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 16/12/2023 

sábado, 30 de decembro de 2023

Creo en ti

 

[Ramonismo 180]

Lo elegíaco y amoroso confluyen en el nuevo ilusionismo poético del siempre genial Luis Alberto de Cuenca



Hay autores que cada propuesta que hacen llegar a nuestras manos se conduce bajo una serie de claves, no por esperadas, menos exitosas o emocionantes. Es el caso de Luis Alberto de Cuenca que acaba de publicar en la editorial Visor su poemario ‘El secreto del mago’, tras ser merecedor del Premio Jaime Gil de Biedma en su trigésimo segunda edición. A esa agitación, por el hecho de poder sumergirnos en nuevo contexto poético de una de las figuras claves de este género en nuestro país en las últimas décadas, debemos sumarle esa relación con otro poeta mayúsculo, como lo fue el barcelonés Jaime Gil de Biedma, del que el propio Luis Alberto de Cuenca se confiesa firme seguidor en los últimos cincuenta años, desde que comprara ‘Moralidades’, en su primera edición, y en la propia ciudad condal.

El secreto del mago’ vuelve a jugar con el tiempo como elemento central, diapasón desde el que gestionar toda una realidad que se despliega ante nosotros desde la firme resistencia a lo que supone vida, emoción y belleza, pero que, sabiamente, atiende también a ese lado oscuro que los años, cada vez de una manera más intensa, despliega ante nosotros con la muerte como protagonista.

Una poesía que emerge como alivio ante el dolor, como esa forma de nombrar, de señalar desde la palabra todo aquello negativo y que por el hecho de verse bajo esa acusación ya genera una suerte de domesticación de sus afiladas púas. Sobre ellas pasa la mano Luis Alberto de Cuenca amalgamando, como es marca de la casa, toda una genealogía histórica de una cultura que va de Plinio a Shakespeare, y que es capaz, como pocos, de enhebrar en esa cultura, digamos popular, que en nuestro tiempo nos ha tocado vivir desde nuevos géneros artísticos como el cine, la música o el cómic. Todo ello es lo que, junto al amor, siempre el amor, como refugio eterno, permite que en ese jardín umbrío, cada vez más tupido de vegetación a medida que pasan los años, se adentre un haz de luz, una esperanza que nos permite seguir hacia un crespúsculo desde el que Luis Alberto de Cuenca encuentra la necesaria tranquilidad de la que dotar ese equilibrio entre tiempo y espacio, parte de ese «milagro» de «pájaros durmientes y flores soñadoras» en el que encontrarse con el amor.

Una creencia, la del amor, ante la que la propia muerte no puede hacer nada. Entre ella desfilamos a través de una serie de poemas alrededor de amigos ya desaparecidos, bajas en el devenir de una existencia en la que el recuerdo de cada uno de ellos se mantendrá firme pese al golpe frío. ‘Creo en ti’ es otro de esos poemas en los que se explica prácticamente todo, la esperanza y la confianza, la mirada, el gesto y el sueño, el corazón y unos labios en los que todo se define desde la húmeda unión.

Un vistazo al pasado a través de diferentes antigüedades poéticas nos colocan ante el Luis Alberto de Cuenca capaz de reescribir fragmentos de la historia desde el presente, desde la hilazón con otras artes y otras posibilidades que no hacen más que sacarle lustre a ese pasado. Grecia, Egipto, Pompeya y Herculano son varios de esos ocasos de una belleza que se agotará bajo el paso del tiempo, lágrimas bajo la lluvia de una eternidad en la que no somos más que motas de polvo que debemos aprovechar cada uno de nuestros momentos, cada una de nuestras oportunidades, exprimiendo todo aquello que suponga goce y belleza, emoción y fascinación, como la que nos puede ofrecer un ilusionista con sus trucos, un prestidigitador que de niño nos deja boquiabiertos, pero que el paso del tiempo traviste en un Dios que juguetea también con destinos y suertes, en definitiva, con nosotros.

Por Soleares’ llegamos a la parte final del libro. Vibrantes poemas, mientras navegamos rumbo al silencio, que lo hacen todo más soportable, un tránsito hacia quién sabe qué, pero que si algo logra es que no dejemos de mirar hacia atrás para darle sentido a todo lo vivido. La bola de nieve de ‘Ciudadano Kane’ cae de nuestras manos y una palabra resuena al fondo de nuestra memoria: Rosebud... Rosebud... una mano acaricia otra mientras John Wayne desenfunda en la pantalla de un cine. Ya lo escribe el poeta: «Al final solo importan las cosas del principio»

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 9/12/2023 

O paraíso de Atxaga

 

[Ramonismo 179]

Medo, amor e morte actúan como tres parcas nun libro híbrido de experiencias e vida entre presente e pasado



A EDITORA Kalandraka incorpora ao seu vizoso catálogo un novo libro de Bernardo Atxaga (Premio Nacional das Letras Españolas 2019) que se une a títulos emblemáticos do autor vasco como ‘Obabakoak’ ou ‘Sete casas en Francia’, nun proceso de tradución e incorporación ao noso sistema cultural que non pode ser máis feliz polas súas bondades literarias. Se aqueles títulos viñeron a nosa lingua da mán de Ramón Nicolás, desta vez é Isaac Xubín, experto traductor de éuscaro, quen afronta a tarefa de envorcar ao galego ‘Exteriores do paraíso’, que Kalandraka edita, tamén en castelán, dentro do seu recente selo Cuatro lunas.

‘Exteriores do paraíso’ fía unha serie de textos de diversa pelaxe que entre todos reflicten esa liberdade literaria que caracteriza ao seu autor. Unha exploración de formas e contidos que, desta vez, transitan polo conto, a poesía, a escrita de memorias ou mesmo a literatura de viaxe. Unha hibridación que comeza afastándonos dese Paraíso bíblico, despois da primeira gripe de Adán, e que nos abre así todo un universo vital, de emocións, alegrías e tristuras, e que, de manterse en pé aquel Paraíso, non sabemos como sería a vida de todos nós.

A partir desta brincadeira, nos textos de Bernardo Atxaga atopamos esa mestura tan necesaria e que nos reflicte tan ben, que xorde dunha escrita que se suxeita ao que acontece nun contexto humano moi determinado, nun ámbito de tipo rural, no que a oralidade, os mitos, a necesidade de ilustrar ás persoas a través de toda unha serie de relatos cun fondo contido didáctico de claro aproveitamento para a vida, enchoupan unhas narracións nas que de fondo asoman as grandes temáticas humanas: o amor, a morte ou o medo como presenzas eternas, mesmo dende aquela primeira parella que pobou o mundo.

Dous relatos inician o libro, o xa referido á expulsión do Paraíso e o seguinte, no que a natureza acada a relevancia que merece, máis aínda nun contexto como no que vivimos, no que non son poucas as ameazas pola nosa parte cara uns ecosistemas ao que se lles vai mal a nós tamén nos irá mal. Bernardo Atxaga recorre a ese termómetro da nosa contorna natural como son os insectos, neste caso abellas para, como ten feito tantas veces o noso Manuel Rivas (el adoita referirse aos vagalumes), calibrar as repercusións das nosas accións na natureza.

Tras eses textos, Bernardo Atxaga embárcase nunha viaxe por diferentes localidades de Francia para cumprir coas obrigas dun programa de ‘Encontros literarios’ que levan a escrita de diferentes autores a distintos ámbitos. Desta vez Bernardo Atxaga lerá os seus textos ou recitará as súas poesías en recintos tan especiais como dous cárceres, un castelo e unha aldea gala. Toda unha experiencia vital que o autor comparte con todos nós e que lle permite, a partir dos seus propios escritos, establecer novos fíos con lectores non sempre atentos ou interesados polo que el di, pero tamén co pasado, cunha memoria que precisa, co paso dos anos, buscar espazos nos que fixar uns recordos que comezan a esvaecer. Nesas lembranzas podemos atopar novos paraísos, contextos de felicidade que levan a un cura a gozar dun paraíso á porta da súa casa, compartindo unha celebración cos seus fieis e veciños; como paraíso tamén pode ser o que acontece no interior dun cárcere francés ao que se achega para ler poesía ante as caras, ou de satisfacción ou de indiferenza, dos reclusos que asisten a ese recital.

Escribe Bernardo Atxaga o derradeiro dos seus relatos narrando o accidentado devir dunha conferencia sobre a Literatura Vasca que tivo lugar na prisión de Martutene, unha delirante, mesmo surrealista historia, que finaliza case como un resumo de todo o que se agocha neste libro: «Así rematou aquela charla, polos sucos da realidade, sen os adornos aos que é propensa a imaxinación». Realidade e imaxinación, polo tanto, como fíos cos que establecer unha conexión entre o autor e os seus lectores, entre a terra e a natureza, xa que todo aquilo que xorde da inspiración convértese no complemento perfecto para suturar esas fendas ás que a realidade, tan áspera as máis das veces, non é quen de chegar.

Adentrarse nun libro de Bernardo Atxaga ten sempre moito de reconciliación co ser humano, unha excesiva confianza do autor cunha humanidade que non adoita estar á altura, pero que nestes textos sempre amosa, axudado por un humor que xorde da tenrura do cotiá, unha posibilidade de reconciliación. ‘Exteriores do paraíso’, amosa varios deses camiños para atopar ese acougo cómplice co que somos, ou mellor aínda, co que deberiamos ser

 

Publicado na Revista. Diario de Pontevedra 2/12/2023 

venres, 29 de decembro de 2023

Memoria para saber

 

[Ramonismo 178]

El Nobel Patrick Modiano explora el laberinto de la memoria en un juego detectivesco del pasado


Cada libro de Patrick Modiano es una auténtica celebración, literaria, pero también vital. Sus relatos, sus historias, siempre marcadas por la memoria y por espacios tan singulares y colmados de vida e historias como son los barrios y suburbios de París, articulan un itinerario lleno de posibilidades para el lector que se adentra en ellas sintiéndose como una parte más del propio relato, al que no dudaría en sumarse si se pudiesen eliminar las barreras entre la ficción y la realidad.

Hablamos de novelas llenas de aromas parisinos, de terrazas y escenarios humanos colmados de una vida que se desliza de manera natural, pero en la que tampoco se olvida el autor de las sombras, sombras que sacude desde la memoria propia y que convierte en colectiva gracias a su brillante escritura, de un lenguaje sobrio y preciso, lleno de evocaciones e inevitablemente marcado por los tiempos de su infancia en los que París se sacudía la ocupación nazi. Ahora, cerca de cumplir los ochenta años, nos trae otra de esas novelas que definen su trayectoria en la que sin demasiadas páginas, y sin caer en los excesos en los que insisten algunos pensando que a más páginas mejor literatura, es capaz de convocarnos ante un universo particular, en este caso inscrito en una historia de investigación, una novela policíaca marcada por la búsqueda de una especie de tesoro alrededor del cual se convocan diferentes fantasmas del pasado, donde la memoria se adentra en un laberinto lleno de recovecos, de capas que, como diferentes velos, Patrick Modiano sitúa ante nuestros ojos.

Chevreuse’, es el nombre de la novela, editada, como es habitual en España, por Anagrama, siendo esa palabra una suerte de conjuro del pasado. Una palabra que evoca un lugar, un escenario de la memoria al que regresa Jean Bosmans, acompañado de dos amigas, a la casa en la que vivió de niño en los años cuarenta. Ese protagonista debe ir abriéndose paso en la neblina de los recuerdos, en cómo los años han ido modificando visiones y recuerdos, y de qué manera hoy nos acercamos a un ayer que, pese a todo, siempre permanece en nuestro interior. Un personaje que forma parte de novelas anteriores, como en ‘El horizonte’, en la que también semejaba transitar por un tiempo en suspenso, por un pasado con mucho de onírico y un tiempo actual desde el que intentar hallar los pilares de lo que sucede hoy en aquella infancia y juventud pasada.

A medida que progresamos en su lectura, ‘Chevreuse’ no deja de proponer preguntas que, en la mayor parte de los casos, suelen ser más relevantes que unas respuestas a las que no es sencillo acceder, por todo lo que supone seguir toda una serie de rastros, convocados desde la memoria, que han dejado los singulares personajes que se movían en el interior de aquella casa, desembocando todo ello no tanto en esas soluciones personales, sino en una suerte de retrato colectivo de la existencia humana, en la que incluso hay mucho de lo que supuso la incitación a la escritura del propio Patrick Modiano, de esa vocación de escritor que tuvo en la concesión del Premio Nobel de Literatura en 2014 su culminación. Él se convirtió en el decimoquinto autor francés en lograrlo, el país que más veces lo ha conseguido, y en aquella ocasión una de las expresiones del jurado fue la que se refirió entre sus virtudes literarias al «arte de la memoria». Casi diez años después Patrick Modiano sigue escribiendo con la misma intensidad y genialidad, y lo hace todavía a través de esa memoria a la que nunca renunció para alentar su escritura, para enfrentarse a un pasado no percibido como un ajuste de cuentas con él, pero sí como algo necesario para situarse hoy en el mundo.

Un proustianismo literario que nos convoca ante una nueva narración, ante esa manera de escribir que te lleva de un lugar físico a uno interior, de una geografía, que en el caso de ‘Chevreuse’ alcanza una mayor dimensión al narrar diferentes recorridos en automóvil por paisajes naturales, los de ese valle, y urbanos, como ese barrio de Auteuil de calles por las que caminaron y pensaron Baudelaire y, por supuesto, Proust, pero que rematan siempre con la consolidación del recuerdo, el asidero para alcanzar un deseo, que no es otro que lograr entender lo que sucedió. Quizás ese secreto que se busca desvelar, ese tesoro material, no sea más que la recuperación de lo vivido, una danza fantasmal a la que poner orden cada vez de una manera más firme al ver cómo los años conducen hacia su inexorable final, cuando se tiñe de recuerdos, de impresiones cada vez más difuminadas y de miradas inolvidables. «Le sonreía, y su sonrisa, ese reloj y ese timbre le hicieron pensar en un recuerdo de la infancia».

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 25/11/2023 

xoves, 28 de decembro de 2023

Palacios de los sueños

 

[Ramonismo 177]

'El limbo de los cines’ reúne en una edición ilustrada varios relatos sobre el hecho de adentrarse en una sala de cine



Hace unos días supimos que Luis Mateo Díez era reconocido con el máximo galardón de las letras en lengua castellana, el Premio Cervantes. Premio de tal magnitud que suele acontecer que, tras saber de su ganador, surgen a su alrededor voces encontradas, discordias y desavenencias tan propias del jardín umbrío de la literatura como de la condición humana.

No ha sido esta la ocasión en que eso se haya producido, sino que la unanimidad absoluta en la respuesta ante el acierto de esa decisión se ha plasmado en el aplauso unánime y el justo reconocimiento a uno de esos escritores que con una trayectoria brillante de méritos literarios, volcados donde realmente deben ser concretados, en sus libros, y sin grandes alharacas mediáticas, ha configurado una carrera repleta de la conquista de un universo propio, entre la realidad y la fantasía, y que, como en pocas ocasiones, responde a ese adjetivo que quieren sumarse muchos pero que pocos logran, de lo cervantino.

En esa labor de armar un mundo propio, plasmado en una geografía y un corpus social, como hicieron autores como Faulkner y Onetti, tiene un peldaño más en un libro reciente, publicado unas semanas antes de saber de los laureles literarios y que tiene mucho de especial. ‘El limbo de los cines’, editado por la siempre magnífica en el cuidado de sus publicación, editorial Nórdica, es un conjunto de relatos que surgen de la experiencia de espectador cinematográfico, no tanto de la visión de filmes a lo largo de los años, sino de esa incomparable, frente a otras artes, sensación de compartir oscuridad con otras personas para adentrarse en la historia que se nos ofrece en una pantalla. Un ritual que tiene mucho de mágico, en el que adentrarse en lo que se propone frente a nosotros también puede ser visto a la inversa, en un proceso de realidad y fantasía entre lo que sucede en el patio de butacas y el mundo exterior de la sala de cine y la pantalla.

Al igual que hiciera Woody Allen con la magistral ‘La rosa púrpura del Cairo’, en el que los personajes entraban y salían de la pantalla para relacionarse con los espectadores, Luis Mateo Díez también nos propone doce relatos, cada uno con el nombre de un cine de esas localidades que configuran su territorio literario de nombre Celama, en el que mito, imaginación y memoria, generan un sustrato colectivo al que ahora se suman de manera especial los cines, con todo lo que eso supone de proyección de experiencias íntimas, de misterios y epifanías en ese limbo entre lo real y lo irreal, que es el contexto cinematográfico.

Asistimos, por lo tanto, a historias que vertebran la identidad local, de personajes y situaciones costumbristas, con todo lo que se es capaz de evocar desde una película, donde te puedes encontrar trabajos de todo tiempo desde exóticas latitudes, a tiempos pasados, desde historias de amor a películas de aventuras. Todo ello permite trenzar un universo diferente, lleno de divertimentos, de un humor colmado de humanidad, y que emplea esa fascinación para contagiar el mundo real de esa capacidad para engrasar lo áspero de la vida que sólo puede alentar el mundo del cine.

En otro de sus libros, ‘Fábulas del sentimiento’, Luis Mateo Díez escribe en el prólogo que «tenía clara la ambición de crear una peculiar comedia humana, en nada ajena a lo que constituye el subsuelo y andamiaje de mi mundo narrativo...». En ‘El limbo del cine’, subsuelo y andamiaje, siguen siendo los mismos, así como su empeño por seguir dando vueltas alrededor de esa comedia humana de la que todos formamos parte. Para ello pocos contextos tan inspiradores y diferenciales que los cines, que el escritor pone en valor incluso por encima del propio hecho cinematográfico que transcurre ante nuestros ojos. Así es como la pantalla, el patio de butacas, las filas y los asientos, los accesos, las taquillas... todo lo que sustenta ese contexto, toma una importancia sustancial a la hora de configurar todas estas historias, propiciando que se genere un microcosmos repleto de complicidades personales con lo vivido por el propio autor en épocas pasadas.

Y si el cine es sustancialmente un mundo de imágenes, las palabras de Luis Mateo Díez las encontramos brillantemente acompañadas por una serie de ilustraciones firmadas por Emilio Urberuaga que convierten a este libro en una de esas joyas editoriales que Nórdica es capaz de producir. Un libro lleno de sueños, de homenaje a esos cines que tan importantes fueron para nuestra formación sentimental y personal. La casualidad ha querido que el sueño de todo escritor, lograr el Premio Cervantes, coincida con esta evocación cinematográfica desde la literatura, un eslabón más en la trayectoria del autor por reflejar esa comedia humana de la que él mismo es parte mayúscula.

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 18/11/2023 

luns, 18 de decembro de 2023

Vidas paralelas

 

[Ramonismo 176]

'El querido hermano’ novela el viaje de Manuel Machado para visitar la tumba de su hermano horas después de su muerte



ANTONIO y Manuel Machado. Dos hermanos, dos Españas. El primero, exhausto por el vagar de un exilio entre caminos de dolor y llanto, reventó en Collioure, en febrero de 1939, frente a un mar y junto a un gabán en cuyo bolsillo un papel guardaba como un tesoro unas palabras que eran bálsamo: «Estos días azules y este sol de la infancia», y fue él quien escribió aquello de que «una de las dos Españas ha de helarte el corazón». Así ocurrió, y todavía hoy parece que esta tierra se empeña en continuar dentro de ese ruin marco, de ahí que las figuras de estos dos personajes que compartían sangre y pasiones literarias, a los que la vida y la situación sufrida en España tras la sublevación militar de 1936 fue progresivamente alejando, ubicándolos respectivamente en cada uno de los dos bandos enfrentados en la Guerra Civil, representen esos dos ecosistemas existenciales.

Si siempre se ha calificado este conflicto como de una guerra entre hermanos, el caso de Antonio y Manuel Machado es uno de los ejemplos más evidentes de esta situación, envuelta por las luces y sombras que rodean a todo ser humano, precisando para su mejor comprensión de diferentes acercamientos a esa realidad. Uno de los más lúcidos y emocionantes de los últimos tiempos es el que refleja el escritor Joaquín Pérez Azaústre en su novela ‘El querido hermano’, galardonada con el último Premio Málaga de Novela y que ha editado Galaxia Gutenberg, en la que se relata el itinerario (no sólo físico) de Manuel Machado tras conocer el fallecimiento de su hermano, y cómo se gestiona ese desplazamiento entre Burgos y Collioure, amparado por el preboste franquista, y también literato, José María Pemán, quien entendió de cuestiones humanas y afinidades literarias por encima de las miserias bélicas.

Esta magnífica idea de novelar ese recorrido por todo lo que posibilita, al mismo tiempo nos va a permitir la aproximación a la situación social que se vivía en aquel momento y que el autor refleja de una manera muy clara, integrándose perfectamente en la circunstancia familiar, no lastrando la peripecia vital de los dos hermanos, sino contextualizando y explicando muchas de esas situaciones o decisiones que el trazo gordo, los prejuicios o el paso de los años, van solidificando para desdén de uno y otro y, sobre todo, deja patente el marcado amor que mantenían ambos, aún cuando los devenires vitales lo fueron ensombreciendo todo.

Ese camino en el que confluyen otros personajes, como Eulalia, la mujer de Manuel Machado; o Raúl, el chófer de la expedición; activa toda una serie de recuerdos que nos van a ir dando las claves precisas para componer ese puzle lleno de complejas piezas que poder encajar finalmente cuando todos ellos lleguen a la localidad francesa y entendamos que ambas vidas sólo tienen sentido narradas en paralelo, como parte de un destino común y que ahora se revela ante nosotros. Un desplazamiento entre bosques, elementos simbólicos, ciudades como San Sebastián, donde el propio Manuel Machado pronunció su discurso de ingreso en la Real Academia Española no obviando su condición de hermano del poeta rojo y soportando numerosos recelos por parte de quienes veían en su pasado una mácula para tales honras, enfrentándose a esa atmósfera de «cosas en el aire» que siempre les rodeó. Ese pasado está muy presente a lo largo de la novela, un pasado de vida en común en el París de la bohemia de entre siglos, también de éxitos teatrales compartidos entre ambos, llenando plateas y recibiendo numerosos aplausos y loas, pero siempre bajo los vaivenes políticos del convulso siglo XX en España con el fin de una monarquía, la dictadura de Primo de Rivera, la República, la Guerra Civil... episodios de la historia de un país que también lo fue de millones de vidas particulares, la mayoría anónimas, pero otras, como las de los hermanos Machado, elevadas sobre el resto por sus méritos literarios, y que muchos han querido seguir manteniendo enfrentados sin atender a lo particular e íntimo, a lo que supone un vínculo al que ninguno de los dos nunca renunció y motivó un viaje de despedida, o mejor dicho, de reencuentro.

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 11/11/2023